martes, 13 de diciembre de 2011

Recapitulación de tantas cosas

Ahora si que sí, ahora, Clara ya estaba segura de que su vida era completamente distinta... había perdido muchas cosas durante ese último año tan extraño... había mantenido otras y, como siempre que se pierde algo, había ganado, sí, también había ganado... La vida estaba cambiando para ella y ya no sólo le quitaba sin pensar, si no que le recompensaba por esas pérdidas...


Un año extraño, sí... pero Clara había sacado sus propias conclusiones, esos 365 días le habían servido para aprender que no siempre nos tratan bien, pero que siempre tenemos que sacar nuestra mejor sonrisa para demostrar lo fuertes que somos... y gracias a eso, aprendió que para el día que no pudiera más, la vida le había regalado unas pequeñas golondrinas.
Unas golondrinas que no se irían, que no eran como las de Bécquer, que se quedarían para siempre en tierra firme, no alzarían el vuelo ni se alejarían jamás... que la harían grande durante los días más raros... incluso cuando la nieve se incendiara, esas pequeñas golondrinas, estarían ahí.

 Eso si que era extraño... tan extraño como el destino... y es que todo cambia en una fracción de segundo y eso le pasó a Clara... sola, triste y desesperada, dejó de ser imprescindible... pero sin quererlo se convirtió en una pequeña niña imantada que atrajo a esas pequeñas golondrinas, que la vida o el destino le había puesto en el camino y con las que escribiría ese futuro tan invisible e incierto como el traje nuevo del emperador

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Recuerdos en una caja de latón

A los pies de su cama, la maleta de Clara estaba abierta, con toda la ropa, amontonada, dentro de ella, esperando que alguien pusiera un poco de orden.
Y cada vez que la veía, más bien cada vez que observaba todo a su alrededor lo único que veía era un montón de cosas, cosas sin valor ahora que ya no estaban en su sitio... 
Y a pesar de que siempre la habían considerado una persona fuerte, valiente e independiente no podía evitar entristecerse y asfixiarse tan solo con la idea de empezar de cero, otra vez, lejos de todo, lejos de lo único que le hacía feliz día tras día.


Puede que la realidad fuera otra.
Puede que no fuera tan fuerte como todo el mundo creía, que sólo fuera apariencia... Puede que la valentía que le otorgaban no existiera y que solo hubiera aprendido a no llorar con cada golpe... O también podría ser que la independencia que la caracterizaba fuera únicamente la manera de que la gente estuviera con ella...
La realidad podría resultar ser que ni ella misma supiera que no era nada de eso... incluso si no hubiera decidido irse, puede que nunca lo hubiese descubierto.


El día que decidió irse a Inglaterra todo era muy distinto y por eso decidió marcharse lejos, empezar de cero una nueva vida, en otro sitio diferente, lejos de lo que había tenido hasta ahora... Pero las cosas cambiaron demasiado ese último años y ahora tenía infinitos motivos para quedarse, .
Tras superar algunas dificultades una nueva vida se presentaba ante ella... además había conseguido cierta estabilidad junto a Dani y por eso, después de lo que le había costado llegar hasta ahí, se negaba a perderlo todo por esa decisión que había tomado hacía tanto tiempo.


Había días, cuando se acercaba el momento, en que Clara sentía miedo, miedo de irse y alejarse, así, de todo lo que tenía. 
La idea de perderlo todo la aterraba y provocaba en ella un estado de ansiedad que no sabía ni como controlar... Entonces su cabeza empezaba a pensar y por mucho que intentara dormir, su mente no la dejaba...y  como si funcionara sola comenzaba a dibujar imágenes y mostrar recuerdos de cosas ya pasadas, de momentos ya vividos que hacían que Clara rompiera a llorar una y otra vez, sin conseguir controlarlo... imaginaba todo el tiempo que iba a pasar sin sus sonrisas, ni sus abrazos... imaginaba también todos los momentos que iba a perderse; todos los días que, aun necesitándolos, no iban a poder estar ahí; los días enteros sin oír sus carcajadas... y es que una vez te has acostumbrado a alguien, resulta muy difícil vivir sin esa persona.
Por que a pesar de que nunca le gustó su vida, ese año había pegado un giro enorme que comenzaba a darle la normalidad que necesitaba y sabía que si se iba, todo lo que había ganado durante ese tiempo se perdería, al igual que le pasaría a ella... y si eso pasaba desearía marcharse de allí, escapar a otro lugar... y así continuamente.


Ya pasaban de las tres de la madrugada de una noche helada de diciembre y aun siendo tan tarde, Clara no había conseguido dormir.
Pensaba que en unas semanas ya no estaría allí y le tocaría empezar de nuevo, adaptarse a otra vida, para la que probablemente no estuviera preparada... y mucho menos sola.
<Echaré de menos, sobretodo, el sonido de vuestro silencio; vuestras tonterías y esas cosas insignificantes que me hacen grande>, pensó mientras se acurrucaba entre sus mantas para llorar en silencio.
Y entonces, como un rayo un recuerdo atravesó sus pensamientos y en su cabeza comenzaron a sonar unas palabras que la hicieron recapacitar:
" Si no puedes dormir, te tumbas, dejas de pensar en todo, con la mente en blanco e imaginas que estás en la playa, sola... o en la montaña, disfrutando de la brisa y un paisaje alucinante... Sin escuchar nada más que las olas del mar o el correr del agua de un pequeño río. 
Ahora vete a dormir y disfruta del paisaje... por que aun que parezca una tontería, a veces es bueno imaginar que estás en un sitio idílico, sola, sin nadie más... y sin pensar el por qué has llegado, el como ni lo que tienes que hacer allí... simplemente limitarte a disfrutar de la brisa del lugar."
Pensó que ya estaba bien de llorar, tenía que tranquilizarse y empezar a mentalizarse de que se iba, lo tenía todo preparado y no había vuelta atrás.
Aun así, se sentía triste, sola y desesperada así que se levantó de la cama, cogió una manta y el iPod, subió a la terraza y se tumbó en su hamaca paraguaya... se puso la música y se limitó a observar el cielo, imaginando que estaba lejos de allí, de esa terraza, de su casa, de todo eso... y sin darse cuenta su durmió.


Cuando abrió los ojos estaba amaneciendo y Clara se había quedado helada... Decidió volver a su habitación y continuar durmiendo, pero al entrar, se dio cuenta del desorden que había allí... se dio cuenta de la ropa amontonada y la cantidad de fotos, libros y trastos que habían tirados por el suelo, así que decidió ordenarlo todo... para ponerle fin a todo de una vez.


Mientras lo hacía encontró una vieja caja de latón que tenía desde que era una niña, la cual un día desapareció de su vista y a la cual no había vuelto a ver desde entonces. 
La alegría y la añoranza aparecieron enseguida... no recordaba el día que la empezó a llenar de cosas, ni tampoco el día que la perdió... ni si quiera recordaba lo que había dentro... pero deseaba abrirla con todas sus fuerzas.
Y cuando por fin la abrió... sería imposible describir lo que Clara sintió... fue como si otra época y otro mundo se apareciera detrás de ella... de esa cajita de latón salieron sus mejores recuerdos... fotos de la infancia, la entrada de su primer concierto, cartas nunca enviadas... souvenirs de viajes...
Esa vieja caja de latón le permitió, incluso, recordar como olía la casa de verano; recordó el color de la infancia e incluso el sonido de la felicidad... empezó a llorar de nuevo... pero ya no era miedo, ni tristeza... era felicidad. Felicidad de haber encontrado sus recuerdos y gracias a ellos revivir sus mejores momentos...
Y aun que el fin de ese año tan extraño estaba cerca y solo el destino sabía que sería de ella y de los demás, encontrar esa caja de latón y con ella volver a su infancia le hizo pensar que quizá ahora, que una nueva etapa empezaba, debía hacer lo mismo.
Debía meter algo de todos ellos dentro de su caja de latón de los recuerdos y llevarla con ella a todas partes, fuera donde fuera y estuviera donde estuviera... ya que de ese modo, cada vez que los echara de menos sólo tendría que abrir la caja y sería como si realmente no se hubiera ido nunca... sería como si nunca se hubiesen separado nunca







jueves, 10 de noviembre de 2011

Un nenúfar en la Luna (#)

-Clara, ¿estás dormida? 
Ella se despertó de repente. +¿Qué pasa? Estaba durmiendo.- Contestó ella.
-Es que me gustaría enseñarte algo. Tienes que venir conmigo.
Miró el despertador, eran las tres y media de la madrugada y no entendía que era lo que quería con tanta insistencia.
+Diego, son las tres de la mañana, ¿dónde vamos?
-Abrígate, arriba hace frío.
Iban a la azotea, eso le había quedado bastante claro, pero todavía no sabía que harían allí y como sabía que él no diría nada, dejó de insistir, cogió un par de chaquetas mientras él cogía unas mantas y salían de la habitación.
Él estaba entusiasmado y ella, ella estaba dormida todavía.
Cuando llegaron a la terraza, lo entendió todo.
-Quería enseñarte esto: Hoy hay Luna llena- Dijo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Él sabía que a Clara le fascinaba la luna y todo lo que tenía que ver con ella, por eso, siempre que podía le preparaba alguna cosa parecida. Ella lo miró y susurró un ¡Eres increíble! que sólo él pudiese escuchar. Sus ojos brillaban más de lo habitual y es que esos pequeÑos detalles la hacían grande día a día; La verdad era que Diego la hacía grande.
-Pero, no te quedes en la puerta, cariño, sal, he subido las tumbonas.


Ella continuaba sin decir nada, sabía que si lo hacía, rompería a llorar. Aquello la había superado por completo, la había dejado en un extraño estado de shock, ya que, a pesar de que esas sorpresas eran algo habitual en él, esa no se la esperaba y estar ahí arriba, los dos juntos, a la luz de la Luna, de esa Luna, enorme y preciosa, era lo mejor que le pasaba en meses.


Entonces, se tiraron en las tumbonas, y se quedaron en silencio, mirando al cielo durante un buen rato y, es que, no hacía falta hablar, por que en ese momento sus miradas lo decían todo: En ese momento no deseaban estar en ningún otro lugar que no fuera esa azotea. 
Un rato después, fue Clara quién rompió el silencio.
+¿Sabes una cosa, Diego?- Dijo mientras se giraba en busca de su mirada.
-Dime cielo.
+Siempre he querido tocar la Luna. Cuando era pequeña quería ser astronauta. Me encantaba asomarme a la ventana y quedarme mirándola, me fascinaba que estuviera ahí, noche tras noche durante todo el año, me fascinaba la idea de que en días como estos fuese tan grande y brillante. Supongo que lo que más me fascinaba era el no ser capaz de entender porqué pasaba eso.


Él se rió, la miró fijamente a los ojos y volvió a quedarse en silencio, con una expresión pensativa y como si fuera a decir algo, pero en el último momento se arrepintiera.
+¿Qué ibas a decir?
-Nada, nada.
Pero acto seguido se levantó de la tumbona y le dijo:
-¡Ven conmigo!
+¿¡Otra vez, Diego?! ¿Dónde vamos ahora?
-Ya verás, tú sólo sígueme.


Salieron de la terraza y él bajó corriendo las escaleras, para cuando Clara lo alcanzó, él ya había llegado al portal. Entonces, la cogió de la mano y empezó a correr otra vez. Empezaron a correr juntos.
+¡Estás loco, cariño! ¿Dónde vamos?- Insistía ella, a pesar de saber que no obtendría ninguna respuesta.
Corrieron y corrieron, por toda la ciudad, hasta que frenó en seco en una esquina. 
Ella ya no sabía ni dónde estaban, pero no preguntó.
Él le soltó una mano y le tapó los ojos.
Ella gritó.
+¡Diego, Diego, destápame los ojos, por favor, sabes que no me gusta!
-Calla, vas a estropearlo todo.
Y sin quitarle la mano de la cara ni soltarla, corrió de nuevo, habían llegado a un parque.
Corrían y corrían y entonces, cuando empezaba a divertirse con todo eso, él paró delante del estanque de los peces.
Le soltó una mano y le dijo al oído
-Ya hemos llegado.
Le destapó los ojos.
-Ahí la tienes, Clara, la Luna. Ahora ya puedes tocarla.
Ella lo miró y se rieron.
+Eres genial y te quiero, pero ¡Estás loco!
Volvieron a reírse, aun que les costaba un poco a causa del cansancio.
Se acercó un poco más al agua, para tocarla y, cuando estaba a escasos centímetros de ella, se giró hacia Diego y, mirándole a los ojos, le dijo
+¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna 


Recordaba con total claridad aquella noche de Luna llena, recordaba perfectamente todo lo que había sentido y lo feliz que había sido mientras veía como su reflejo se volvía borroso, el agua temblaba, los peces nadabas y, entonces, reaparecía allí, ante sus ojos.
Y entonces lloraba, no era capaz de recordar todo eso sin hacerse un mar de lágrimas; No podía recordarlo sin que la más absoluta tristeza de adueñara de ella, pero tampoco quería olvidarse o alejarlo de sus pensamientos, pues Diego había sido muy importante en su vida, le había enseñado tantas cosas, se habían prometido otras tantas... juntos idearon infinidad de planes, y aun que ambos tenían un futuro por separado, también empezaban a planear el suyo, el de los dos...


Pero una tarde, de uno de esos inviernos, que las noticias dicen, que son los más fríos en décadas, todo terminó, sin previo aviso se fue, sin tan solo despedirse de ella.
Clara no podía evitar tener, muy dentro de ella, el sentimiento de culpa más grande, y es que eso también lo recordaba: "Fue un 20 de Diciembre de 2002, ella dormía cuando su teléfono móvil sonó. 
Era Diego.
+¡Hola cariño!- Dijo aun dormida
-Cielo, ¿Estabas durmiendo?
+No, no, tranquilo- Se rió.
Lo siguiente que escuchó por ese móvil fue un frenazo, un fuerte golpe y un montón de personas gritando a la vez ¡Han atropellado a alguien!
Y aun que seguía al teléfono, ya no se escuchaba nada, se había cortado.
No pudo reaccionar, y es que no sabía que hacer, sólo conseguía llorar, llorar, llorar... y nada más, esperaba noticias de él, que le dijeran que estaba bien, que a él no le había pasado nada, pero en su lugar llamó la madre de Diego, estaban en el Hospital, lo habían atropellado, y aun que no sabían nada, estaba muy grave.


Salió corriendo de casa y cuando llegó se había quedado sin aliento.
Desde la puerta vio a su madre y su hermana, hablando con el doctor y, a pesar de no escuchar la conversación, sus expresiones lo decían todo.
En ese momento, la madre rompió a llorar y Clara entendió que el fin había llegado: Diego había muerto; Diego nunca volvería a su lado, jamás cumplirían sus sueños ni tampoco harían posibles todos sus planes; Las navidades no volverían a ser igual y su único deseo sería volver a verle.
Todo lo que habían ideado quedo en nada, en cuestión de minutos, segundos quizá y se quedó allí, en la carretera, en ese coche, en la mesa de aquel quirófano 


Desde ese 20 de Diciembre de 2002, como si de un alma en pena, que busca desesperadamente algo, se tratase, cada noche que había Luna llena salía de casa a la madrugada y corría hasta el parque del estanque de los peces esperando que todo fuera un sueño. Pero nadie le decía <corre más rápido>, ya no corría con nadie, se había quedado sola.

Entonces llegaba, se acercaba al estanque y, llorando, susurraba un <¡Eres increíble!> idéntico al de aquella noche para que, estuviera donde estuviera, sólo Diego pudiese escucharla. Se quedaba mirándola, pensaba lo curioso que resultaba el hecho de que hubiera un nenúfar en la Luna y se giraba esperando que él estuviera mirándola y sonriendo al ver lo feliz que era... pero no era así, ninguna vez más fue así.


Día a día, semana tras semana iba pasando el tiempo, hacía más de diez meses que Diego había muerto, y Clara continuaba, cada Luna llena visitando el estanque, destrozándose, al mismo tiempo, un poco más por dentro. 
Le repetían continuamente que se olvidara de la Luna, del parque del estanque, de todo eso que hacía y que solo le hacía daño, insistían en que no le aportaba nada, solo dolor y, entonces ella, se ponía a la defensiva, rompía a llorar y repetía que ellos no sabían lo que sentía, que no entendían que perder a Diego fue quedarse sin una parte de ella, que perderle a él había supuesto un giro completamente para el que no estaba preparada y, es que un año es poco, muy poco tiempo para afrontar todo lo que le había pasado, para afrontar la pérdida de alguien como él.


Una de aquellas noches, justo el 20 de Diciembre del año siguiente, Clara se disponía a salir de casa, llegar al parque y repetir la rutina que llevaba tanto tiempo haciendo. 
Cuando estaba en la puerta, notó frío, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando escuchó la voz de diego diciendo <¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.



domingo, 30 de octubre de 2011

Ese año extraño

Se asomó a la ventana, no podía creer que el e-mail que acababa de recibir fuese cierto... ¿Cómo podía estar Alex en Australia? y ¿Cómo iba a estar en la puerta de su casa?
Aun así, se levantó de la silla, se asomó y miró hacia abajo. Allí estaba él, igual que la última vez que se vieron, pero sin lluvia, sin lágrimas, sin tristeza.
Casi un año había pasado desde esa noche en el parque donde terminó todo y ahora, su corazón volvía a latir con la misma intensidad que hacia diez años, con la misma intensidad que cuando le conoció...
Se había quedado de piedra, intentando asimilar lo que acababa de suceder, cuando él dijo
-¿No vas a bajar a recibirme?- 
-Por supuesto, enseguida bajo- Se arregló un poco el pelo, cogió el bolso y salio a la calle, a darle la bienvenida.
Cuando salió por la puerta lo vio mejor, más alto, mas moreno y más guapo que nunca, ese año le había sentado   muy bien físicamente.
Se miraron a los ojos y ninguno de los dos dijo nada, solo se acercaron, corriendo y se abrazaron. 
Fuerte, muy fuerte
Con miedo de soltarse y desaparecer.
-No he dejado de pensar en ti ni un solo momento- Le susurró Alex en el oído.
-Te he echado tantísimo de menos...- Contestó ella
<Te amo> pensaron. Pero ninguno dijo nada, después de todo no les parecía lo más apropiado.
-Sube, deja las maletas y vamos a tomarnos algo ¿Qué te parece?
-Perfecto- contestó él.


Durante todo ese tiempo no habían perdido el contacto, siempre habían tenido noticias el uno del otro, pero nunca plantearon esa posibilidad, el volver a verse fue una especie de tabú, pero quedaba bastante claro que ambos sentían lo mismo, se querían y se necesitaban. Al fin y al cabo, todo, los viajes, el aislamientos... ese año extraño, había sido una manera de reafirmar el amor que ambos sentían; Una manera de aclarar sus ideas y aprender de los errores. Ese año sin verse fue una especie de castigo que debían cumplir por el daño que se habían hecho, pero ahora, cuando, después de todo, por fin se tenían delante, no sabían si serían capaces de dejar el orgullo atrás, pedirse perdón y volver a empezar.


Llegaron a un bar, pidieron unas cervezas y se sentaron en una mesa de la terracita , en frente de la playa.
Era tan romántico, el atardecer, el ruido de las olas, la gente de aquí para allá... todo perfecto.
Hablaron y hablaron, cerveza tras cerveza, sobre ellos, sobre el pasado, recordando el día que empezaron a salir y el día lluvioso que puso fin a todo. Hablaron, sobretodo, de ese año extraño que pasaron separados.
Cuando ya llevaban varias cervezas, Julia preguntó
-¿Has estado con alguien en este tiempo?- 
-Y eso, ahora ¿qué importa? Y tú ¿ Lo has hecho? ¿Has estado con alguien?
-No, con nadie... ahora, por favor, contesta- No sabía si realmente iba a llorar o simplemente todo era producido por las cervezas.
-No Julia, con nadie... Tuve la oportunidad, pero no pude. No podía hacerte eso... todo había terminado, sí, pero sentía como si te engañara, como si te estuviese traicionando.
La conversación se alargó, hasta que perdieron la cuenta de las cervezas y decidieron volver a casa.
-¿Por qué Australia? ¿Por qué siempre te gustó tanto este lugar?- Preguntó él, bastante borracho.
-¿Qué pensarías si te digo que no lo sé? Que nunca entendí que todo esto me encantara de ese modo- Rió.
-¡Estás loca! Eso es lo que pienso de ti.- Rió también.
Estaban bastante borrachos, pero sabían perfectamente lo que querían, subir a casa y hacer locuras que al día siguiente les costara recordar. 
Llegaron a casa, se besaron, como nunca.
Sintieron las mismas mariposas de siempre. Se tiraron en la cama, hicieron el amor. Como si fuese la primera vez, así se sentían, las mismas sensaciones, el mismo calor, el mismo amor, todo era, exactamente, igual que al principio, incluso ellos dos, a pesar del tiempo, se sentían igual que la primera vez. 
Era como magia, como electricidad... 
Amor.


Alex se despertó antes que ella, con una enorme resaca, salió del cuarto sin hacer ruido y fue hasta la cocina. Preparó su desayuno favorito, creppes con chocolate y zumo de naranja, se bebió su zumo y lo puso todo en una bandeja. 
Volvió a la habitación y desde la puerta, la observaba, estaba tan dormida, que daba pena despertarla, era tan perfecta para él... todo estaba siendo tan perfecto...
Puso la bandeja encima de la mesita y le susurró al oído <Buenos días princesa>.
Se despertó y le dio un beso, como siempre.
-Te he preparado el desayuno, espero que tengas hambre, por que en la cocina ha quedado muchísimo.- Dijo, mientras se reía.
Lo miró y se rió, también, siempre hacía igual. Todo se parecía tanto a lo que tenían que, incluso, daba miedo. Miedo de que se rompiera otra vez. Miedo de que no volviera a ser como antes y ella se quedara destrozada de nuevo.
-¡No cambiarás nunca, ¿eh?!
-Voy a darme una ducha, cariño- Y se fue.


Cuando salió de la ducha, ella ya no estaba en la cama, se había ido al comedor, y parecía bastante seria.
-Alex, ¿Podemos hablar?-
+Tú diras...
-Cuando nos separamos, no lo pasé nada bien, tardé meses en aceptar que no estabas conmigo y...
Él la interrumpió 
+¡Yo tampoco! Todo acabó de repente y no sabía como afrontar una vida sin ti, por eso me fui, de la ciudad...
-Yo no soportaba dormir sin ti, sin tus abrazos y tus besos de buenas noches, no aguantaba llegar a casa y darme cuenta de que estaba sola y cuando, pensaba que todo había acabado, apareciste, otra vez, y entonces, todo giró 180º cuando me asomé y te vi...
+Sentí como si no nos hubiésemos separado nunca... no sé si lo entiendes... 
-Y lo que pasó anoche, significó mucho para mí, pero, si sólo va a ser eso, una noche más, no sé si será buena idea que te quedes- Lloró. -¿Por qués ha vuelto, Alex? ¿Por qué?
+Por qué te amo, Julia, y no podía continuar un segundo más sin ver tus ojos, que cambian de color cuando lloras, sin ver tus sonrisas, tan perfectas.... Por qué como tus has dicho no soportaba dormir solo en esa cama, sin ti, abrazándome, ni llegar a casa y que no me recibiera ese beso que siempre me dabas. Por qué echaba de menos, incluso, discutir contigo. Y por un millón más de motivos... que se resumen en por qué te amo, pequeÑa..


Ella no pudo decir nada a todo eso, estaba llorando, otra vez. Todo era real; Él era real y lo que sentía también.
La besó y sus lagrimas cayeron por el rostro de Alex.
-Te amo- dijo ella
+Mucho, muchísimo- Susurró él.
-Lo siento, Alex. Todo.
+¿Qué dices? ¿Qué sientes?
-Todo, todo lo que ha pasado. Aquel día, aquella discusión, de la que no recuerdo el motivo...
+Yo debería pedirte disculpas. Yo te eché de casa, dejé que te fueras bajo la lluvia. dejé que te alejaras de mi. No quiero que llores más por eso, ni que le des más vueltas. Olvídalo todo, empecemos de cero. Empecemos de nuevo, lejos o cerca, donde quieras, pero juntos. No quiero volver a separarme, nunca, nunca, de tu lado.
La rodeó con sus brazos y la abrazó. 
Le dio un besito en la cabeza y ella, lloró otra vez.
Se abrazó a él, con más fuerza que nunca y le dijo -No quiero que esto, que este momento termine nunca. Ahora mismo, nada mejoraría este momento. Te amo tanto...
Entonces él, salió corriendo del comedor.
-¡No, no te vayas!
Volvió, le tapó los ojos con una venda. 
Sacó algo de su bolsillo y le dijo +¡Ya!
Ella se quitó la venda y justo en ese momento él dijo 
+¿Quieres casarte conmigo?

martes, 18 de octubre de 2011

¿Cómo es la nieve?

No le gustaba pasarse las horas pensando en que dejaba atrás a medida que el tiempo iba pasando. Prefería centrarse en lo que sí conservaba, en lo que se quedaba. Pero esa vez era diferente, no dejaba nada atrás, pero tampoco se quedaba nada con ella, esta vez, la dejaban a ella, esta vez, su abuelo la dejaba, para siempre y eso provocaba que la tristeza. volviese a adueñarse de toda su vida.
Su muerte la había dejado completamente sola en un mundo que no siempre, la había tratado bien, y ahora él ya no estaría ahí para levantarla cuando cayera o ponerle una tirita a su estropeado corazón, ni para darle un consejo, uno de esos que sólo él sabía darle.
Solía recordar su infancia, le gustaba mucho, suponía que sería igual que la del resto de personas, pero ella sentía que, gracias a su abuelo. la suya había sido más especial. Él la llevaba al parque todos los días, y le compraba esas gigantescas bolsas de golosinas que sus padres le prohibían comer; los cortos y fríos días de invierno, junto la chimenea le preparaba un chocolate caliente y la abrazaba para que no tuviera frío y si era verano, la llevaba a la playa, todos los días, pues verla sonreír, a ella y a sus otros nietos, era el mejor regalo que podía pedir, era lo único que él necesitaba; Era ese abuelo que, incondicionalmente, está siempre y aparece aun que no lo llames, por que sabe que lo necesitas; Le hacía reír o le reñía si se portaba mal; Jugaba con ella, la levantaba en brazos o la abrazaba si lloraba.
Cuando Ana era pequeña, creía que su abuelo era un mago, pues cuando se hacia una herida, él, conseguía que dejara de sangrar, con ponerle una simple tirita... <Misterios de mayores> pensaba; Su abuelo, era, para ella, la mejor persona que jamás conoció, ni conocerá... pero, ella creció, conoció el rencor y el orgullo y nunca se lo llegó a decir, y ahora, su abuelo, nunca sabría lo que pensaba, lo que sentía, lo que le quería.
Pero eso no le dolía tanto como el saber que los últimos meses de vida no estuvo con él, como el saber que no pudo despedirse de la persona que más quería, y que más la quería, que no se despidió de la persona más importante de su vida.
El día que murió, llevaba más de un año sin saber nada de él, y aun sabiendo que estaba enfermo, no fue a verlo. 
En su mente retumbaba ese -Mañana iré, hoy ya es tarde- que nunca llegó. Y ese sentimiento de culpa, de desesperación, de arrepentimiento, arrepentimiento de no haber ido a darle un beso para, así, poder ver una sonrisa, dibujarse en su rostro, y sentir como todo él, se llenaba de felicidad, ver el brillo de sus ojos, otra vez; Para notar como la cogía de la mano, de nuevo, tan fuerte, que le hacía daño, pero no le importaba, era él, y ese dolor, no dolía, sólo para que no se fuera; Para volver a sentir sus abrazos, los que él le daba y sabían a verdad; Para volver a escuchar su voz, esa que en su memoria no duraría eternamente, esa que iría desapareciendo y apagándose, un poco, cada día, junto con el recuerdo de sus sonrisas, sus miradas, sus abrazos, sus palabras... 


Nada le hubiese gustado más a Ana que estar ahí, junto con los demás, para verle sonreír por última vez, pues con todos ellos, él, hubiese sido feliz, pero al no ir le había negado esa última sonrisa, que no hizo antes de marcharse; Le había negado ese último ¡ Adiós! y esas últimas palabras que ambos tenían que decirse. 
Por ello, ahora, estaría toda la vida pensando e intentando explicarse del porqué de su, egoísta, actuación; Repitiéndose todo lo que tenía para decirle y nunca se atrevió a mostrar; 
Preguntándose que hubiese hecho si su orgullo no hubiese ganado la batalla, y se hubiera atrevido a ir a verlo, y quedarse con él, los últimos momentos; 
Estaría toda la vida arrepintiéndose de no haberle dicho lo especial que era para ella, lo mucho que lo quería y, sobretodo, la falta que le había hecho durante ese tiempo, y la que le haría a partir de ahora; Arrepintiéndose de que el orgullo siempre gane a los sentimientos; Arrepintiéndose de no haberle pedido perdón por todo el daño que le había hecho a lo largo de toda su vida; Arrepintiéndose de ese último beso, que, nunca podría darle; de no haber cogido sus manos, grandes y reconfortantes, por última vez; De no haber tenido la oportunidad de conseguir ese abrazo y ese te quiero de la persona que más quería, en el momento clave, pues de haberlos tenido, jamás lo olvidaría, inmediatamente quedaría grabado en ese lugar de la memoria, donde guardamos todo lo que no queremos olvidar, nunca. Hubiese quedado ahí, con todos los otros recuerdos de su infancia, junto con los parques, las playas, las golosinas...


Después de eso, se encerró aún más en ella misma, no derramó ni una sola lágrima durante mucho tiempo, y tuvo que acostumbrarse a vivir con los continuos reproches de otras personas, que al igual que ella, no superaban su pérdida, y le hacían cargar con el peso de la culpa. Todo esto y el no haber tenido esos últimos minutos para despedirse de él, acabó con ella, no conseguía levantar cabeza, y su mundo perdió el pilar fundamental, a ella misma. Su vida se volvió del revés completamente. 
Odiaba todo lo que la rodeaba, todo lo que le recordaba que estaba sola y él nunca volvería; Odiaba no ser capaz de superarlo; odiaba no poder llorar, pero sobretodo odiaba que por eso, los demás pensasen que todo esto no le importaba nada, cuando realmente, estaba destrozada.
Por las noches, sacaba la foto de su abuelo, le daba un beso, la colocaba debajo de la almohada y se dormía; Soñaba con parques, con playas, con chocolate y chimeneas, pero ni rastro de su imagen, ni rastro de su abuelo.


Varios años habían pasado, pero seguía sin aceptar su muerte, sin derramar una sola lágrima  por eso; Y lo necesitaba, pero no era capaz, había algo que no la dejaba y eso, la hacía sentirse peor todavía.
Una mañana de invierno, fría, casi helada, se despertó, desayunó chocolate delante de la chimenea, se vistió y fue al cementerio, completamente desierto, se sentó frente a la tumba de su abuelo, dijo <Hola yayo>, y empezó a llorar. 
Por fin. 
Lloró, soltó todo lo que llevaba dentro, intentaba pedirle perdón por todo el tiempo, por el daño, por todo en general, pero le resultaba muy difícil hablar mientras lloraba  y no parecía que fuese a dejar de hacerlo.
Empezó a nevar, y recordó las palabras exactas de su abuelo: -Me encanta la nieve, Ana, es tan blanca, tan pura. Es como un alma sin pecados, como un alma sin remordimientos, sin culpas, sin ningún tipo de carga. Es como un alma libre.
Entendió, entonces, lo que eso quería decir, su abuelo la había perdonado.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Desde 0

Seis meses habían pasado desde que Daniel se marchó a NY, lejos de Laura y de todo lo que ella suponía en su vida, a pesar de ello, Laura se pasaba las noches mirando los aviones, por si alguno era el suyo; Mirando el cielo para consolarse pensando que él veía el mismo que ella.


-Me voy a NY en tres semanas, vente conmigo. Empecemos de cero, lejos de todo lo que nos hace daño.
-No puedo. No, no, no... ¡No puedes pedirme eso!
-¿Por qué? ¿Qué es lo que te sigue atando aquí?
-No lo sé, nada... ya... ¡No!... No puedes pedirme que lo deje todo así como así, y ya está... es injusto.
-Por favor
-Ojala pudiese, de verdad... pero, no puedo dejarlo todo así como así. No es tan fácil.


No sabía por qué había decidido tan rotundamente no irse con él, si en el fondo sólo quería irse lejos, olvidar todo, empezar de nuevo... y si estaba a su lado, mejor, lo que sí sabía era que necesitaba pasar esas tres semanas con él, por encima de cualquier otra cosa, y a pesar de que ninguno de los dos habló durante esas tres semanas de terminar con la relación, estaba claro que aquello suponía el fin... recordaban una vez que habían dicho <Las relaciones a distancia, nunca funcionan>.


Las siguientes tres semanas se esfumaron sin avisar, con la misma rapidez que se escapan los segundos de un reloj. Y antes de que pudieses darse cuenta, el día llegó, y los dos esperaban que llegara el avión, ese que los separaría y los llevaría por caminos diferentes.
-Dani, ¿Qué pasa ahora? ¿Qué hay después de este momento?
-Cielo, cielo, no llores, por favor. No me gustaría que mi último recuerdo tuyo fuesen esas lágrimas.
-Pero... tengo miedo, no sé que toca ahora... no sé que viene después de que subas al avión.
-Lo siento. Su voz se rompió, y una lágrima cayó por su cara.
-¿Qué quieres decir con eso?... no puedes irte, y encima, decirme que lo sientes. Lloró.
-Cielo, lo siento, muchísimo, te amo, pero los dos sabemos que no funcionaría.
Se miraron, y ambos vieron, a través de los ojos del otro, como sus corazones se partían.
Lo abrazó, no quería soltarlo, no si después subiría al avión y se alejaría de ella.
Se besaron. 
-Quiero que me hagas un favor
-Yo también
-No puedo quedarme, ya lo sabes. Quiero que te quedes aquí, y seas feliz, que no llores por mi. Quiero que vuelvas a enamorarte y si quieres, enciendas una vela por nuestro aniversario. Rehaz tu vida, pero por favor ¡No me olvides!


El altavoz anunciaba que era el momento de subir al avión. 
Se abrazaron. 
Subió.
Lloró y miró al cielo hasta que el avión desapareció de su vista, y con él, todos los sueños y planes que había ideado tiempo atrás.


Desde ese día, cada noche, dejaba su imaginación volar, el silencio entraba en su habitación y se dedicaba a observar a las personas que vagaban por las oscuras noches de la cuidad; Las miraba y pensaba que quizá fueran más infelices y se sintieran más solas que ella y es que el día que Dani despegó, Laura aprendió lo que era sentir miedo hasta de ella misma, miedo a lo desconocido, miedo a no saber a que le tienes miedo realmente; Aprendió lo que se sentía cuando echas de menos a alguien tanto que incluso te duele; Aprendió lo que era la soledad en su grado máximo y que por muchas personas que hayan a tu alrededor, el día que la más importante desaparece, lo pierdes todo.


Seis meses después, mientras miraba por la ventana de su habitación, se acordó de aquella conversación, sus ojos se llenaron de lágrimas y pensó ¿Que habría pasado si hubiese sido lo suficientemente valiente como para dejarlo todo y empezar de cero?

domingo, 4 de septiembre de 2011

¿Volvemos a empezar?

Ya hacia algún tiempo que las cosas no iban bien entre ellas, se habían distanciado, separado, y sin darse cuenta, sustituido. Las cosas estaban frías, muy frías, demasiado para dos personas como ellas, que tenían una amistad por encima de todo.
Pero en el fondo, Clara, mantenía la esperanza de que todo, con un poco de tiempo, volviese a ser como al principio, como cuando conoció a <La chica de la eterna sonrisa>, de lo cual hacía años, y en su cabeza continuaban, grabados, bien guardados, todos los momentos... y cada vez que recordaba alguno, su piel se erizaba, sus ojos se empañaban y por dentro se rompía.


<La esperanza es lo último que se pierde> pensaba. 
Se alimentaba de ello, se lo repetía una y otra vez, como si necesitase auto convencerse de ello, de que eso es así realmente, cuando la realidad era mucho más triste: En cuanto a ese tema, Clara, ya lo había perdido todo, nada quedaba a lo que aferrarse, ninguna señal que le dijera que algún día, todo cambiaría.
Pero el tiempo iba pasando, y ya poco sabía de ella... La veía todos los días y cuanto más la miraba, menos la reconocía, era como si hubiese cambiado completamente... sus gestos, sus palabras, sus miradas, ya no le decían nada, lo único que le aseguraba que ella era su amiga, era su sonrisa. Era lo único que seguía como siempre.


Mucho tiempo después, Clara, decidió dejar de sufrir, se decidió a poner fin a ese sentimiento, que no la dejaba vivir, ni darse cuenta de que estaba perdiendo muchas cosas sólo por conservarla a ella... Lo peor era que pensaba que quizá merecería la pena, si de ese modo ella volvía a su lado, si de ese modo no perdería a su hasta entonces mejor amiga.


Realmente fue una idiota pensando que después de todo, volvería a llamarla amiga... pero está claro que las cosas nunca salen como queremos, y por supuesto, está no iba a ser la excepción. Estaba claro que iba a estrellarse y aun así, apostó por aquello que tenían, que moría a pasos de gigante, y nada conseguiría resucitar; Apostó por su mejor amiga, por años de amistad; Apostó por olvidar todo y volver a empezar, dispuesta, incluso, a perdonar cualquier cosa, perdonarle meses de lágrimas y letras, cartas que nunca recibió. Aposto por un ¿Volvemos a empezar? al fin y al cabo, era lo único que Clara quería.
Pero no, se estrello, Se estrelló, Se estrelló y en ese momento descubrió que cualquier persona puede hacerte trizas, que no necesitas una pareja para que te rompan el corazón.
 Notó como su corazón se partía en millones de pedacitos y el dolor insoportable no le permitió ni reaccionar, ni contestar, ni siquiera llorar. El dolor que sintió solo era comparable con el que había notado con la muerte de su abuelo.


Y si, ahí acabó todo: <La chica de la eterna sonrisa se fue, llevándose consigo, gran parte de su corazón. 
Clara solo era capaz de pensar <Mi vida acaba aquí>, e incapaz de entender que alguien a quien dedicó todo su tiempo, y el que no tenía también; a quién dio todo lo que fue capaz, e incluso, lo que no podía, lo intentaba, sólo por verla feliz; Alguien con quien compartió los mejores años de su vida, fuera capaz de dejarla así, sin más, tirada, pasó mucho tiempo llorando, durante mucho, demasiado tiempo, pensando que jamás lo superaría... y como siempre, el mundo sólo veía lo que ella quería que viera: Que estaba bien, y era fuerte, pero por dentro, solo quería morirse... 
Pensaba que sin una mejor amiga... no, que sin ESA mejor amiga, la vida no merecía la pena... pues en otra época sus abrazos y sonrisas le reconfortaban el peor de los días y ahora... nadie la abrazaba... nadie como ella... El tiempo siguió pasando, los días se le hacían semanas, las semanas meses y los meses años, y su vida seguía sin encontrar el rumbo... pero un día, cuando estaba triste, alguien le dio un abrazo, y Clara notó como uno de los pedacitos volvía a su sitio, y el dolor que provocaba desapareció y fue en ese momento que se dio cuenta de que a pesar de que <La chica de la eterna sonrisa> no estuviese, ya, a su lado, para abrazarla y dedicarle las sonrisas, Clara no estaría sola, NUNCA.

lunes, 22 de agosto de 2011

O todo o nada

Fuera llovía, más que nunca, parecía una metáfora de lo que allí estaba sucediendo, pero ellos no podían escucharlo, sus gritos y llantos eran más fuertes que los propios truenos.
-¡Fuera!- Gritaba él, mientras señalaba la puerta del apartamento.
No era la primara vez que discutían, eran muchos años ya de relación, y discutir es muy normal en las parejas... pero aquella era diferente, esa vez los dos sabían que sería la definitiva: O para siempre o nunca más. 
Cogió su bolso y un par de cosas y salió llorando por esa puerta sabiendo que quizá sería para siempre.
Se marchó, no sabía donde iría, pero no podía volver y arrastrarse, al fin y al cabo no tenía la culpa.
Detrás de la puerta él veía como se alejaba, con el miedo de que fuera para siempre.
Caminaba calle abajo sin rumbo, a donde sus pensamientos la llevaran. Cerró los ojos. Lloró. 
Entró en un parque, el parque donde 10 años antes lo había conocido, se sentó en un banco y sí, a pesar de los años, allí seguían las 2 iniciales y la fecha, junto a un corazón.
Cerró los ojos. Recordó. Te amo, pensó.
Diez años habían transcurrido desde el día que él le robó su primer beso, desde el día que se prometieron cambiarse la vida el uno al otro. Diez años desde que conoció esos ojos que tanto le gustaban. Diez años desde ese primer Te amo cosita.
Lloró de nuevo, estaba completamente destrozada, si le perdía a él, perdería toda su vida; Su mundo empezaba a desmoronarse, otra vez. No entendía que ahora todo se esfumara, así, sin más.
Miró su reloj, habían pasado dos horas desde que salió de allí, estaba empapada y muerta de frío, necesitaba una ducha caliente, como las que él le preparaba los días de lluvia, y una cama. Necesitaba relajarse, descansar y pensar.
Se disponía a salir de allí, cuando detrás de ella oyó unos pasos. Se asustó. Corrió.
-No, espera, no te vayas- Dijo una voz detrás de ella.
No se giró, pero sabía perfectamente quién era
-¿Para qué quedarme? No tendría ningún sentido.¿Verdad?
-¿Puedes esperar? Creo que deberíamos hablar. Las cosas no pueden quedarse así. Ven a casa, estás empapada.
-No voy a volver a casa, quiero irme, déjame, por favor. No hagas las cosas más difíciles.
-Yo quiero que te quedes.
Eso era lo que lo necesitaba oír, pero no podía volver a caer. No esa vez... ¿O tal vez sí?
Sus sentimientos eran complejos y contradictorios. Deseaba quedarse para siempre con él, pero sabía que no podía hacerlo.
-Lo siento, no lo voy a hacer- Decía mientras se le quebraba la voz. -Te quiero, más bien, te amo, pero no puedo quedarme contigo. Las lágrimas corrían por su cara, las de él también.
Ambos sabían que sería el final.
-Te amo- dijo él también.
Se besaron. Se despidieron. Para siempre.


Meses después, ella estaba viajando por el mundo y él, se había mudado a Argentina.


Un día, cuando ella estaba en Australia, recibió un correo: Argentina es precioso, pero Australia me gusta más. Asómate a la ventana.

viernes, 19 de agosto de 2011

19.08.11

Una vez alguien me preguntó -¿Crees en el amor?, a lo que yo respondí -Pues no, nunca me he enamorado, así que supongo que será otro invento de los publicistas.
Pasaron los meses, y seguí sin encontrar esa chispa que encendiera mi corazón hasta el punto de dolerme, hasta el punto de querer dejarlo todo sólo por eso. Nadie había llenado mi vida hasta el extremo de saber que podría dejarlo todo por ella y nunca me arrepentiría... y no era que no hubiese estado con nadie en todo ese tiempo, si no que simplemente, mi corazón no había estallado...
Durante muchos años mantuve varias relaciones, un poco por aquí, otro poco por allí... y nada. Empecé a preguntarme ¿Y si ya he estado enamorada y no lo he sabido? y una voz en mi cabeza contestaba: El día que te enamores, lo sabrás.
Mi vida continuaba, y me sentía vacía, todo el mundo a mi alrededor compartía su vida con alguien especial y mi corazón, en cambio, seguía quieto, y solo latía para bombear la sangre que necesitaba para vivir... esa persona que acelerara mi pulso cuando la viera se resistía a aparecer y eso provocaba un estado histérico en mi vida... era imposible.
Años después, por fin apareció esa persona. Cada vez que la veía salía de mi cuerpo y flotaba en el aire, mientas respiraba su perfume, ese que no olvidaré nunca.
He de reconocer que estaba convencida de que eso era amor:
Mantuvimos una relación durante algún tiempo, incluso teníamos planes de boda... todo era perfecto; Él me llevaba el desayuno a la cama, me llevaba a cenar a nuestro restaurante favorito por nuestro aniversario...
Se podría decir que éramos felices, pero no estábamos enamorados, ahora me doy cuenta, aquello era pasión, miedo a quedarnos solos, cariño, pero no era amor.
Por eso, rompimos, al principio me vine abajo, pensé que mi vida acababa ahí, y que nunca más tendría a nadie... hasta que descubrí lo que era amor verdadero:
Amor verdadero es pasar toda una vida juntos y no aburrirte nunca de esa persona; es seguir acabando sus frases a pesar del tiempo y la edad; es levantarte todos los días, al lado de esa persona, mirarla a los ojos y poder ver que brillan como el primer día; Amar de verdad es cuando tu mayor temor es que por una estúpida y horrible enfermedad puedas olvidar a esa persona.
Cuando aprendí eso, deje de tener miedo a quedarme sola, y no encontrar a esa persona nunca, la idea de que, algún día aparecerá y será para siempre volvió a mi cabeza.
# Una vez alguien me preguntó -¿Crees en el amor?, a lo que yo respondí -Pues no, nunca me he enamorado, así que supongo que será otro invento de los publicistas, y tú ¿Sabes lo que es el amor? #

miércoles, 17 de agosto de 2011

17.08.11

# Creí en ti, incluso más de lo que podía llegar a creer en mi... pero está visto que tarde o temprano, alguien, siempre, te acabará defraudando.
Al principio me costó asimilarlo, pensé:
-¿En serio me estás diciendo esto a mi? Me costaba asimilar que fueses tú quien dijera esas palabras, después de todo la molesta debería haber sido yo, ¿no? Luego recapacité: -No puedo obligarte a nada. Y ahí terminó todo #