jueves, 13 de diciembre de 2012

Reediciones II

Un nenúfar en la luna:


En esta noche de Luna llena me gustaría recuperar mi vieja libreta y contarle un cuento al cielo.
En voz bajita y a oscuras, mirando las estrellas, buscando la que más brille, buscando la tuya. Contarte un cuento a ti, pequeña Ginna, como siempre, uno que solo sea tuyo, uno que solo sea mío.
Uno que te devuelva aquí.

“Aquella noche era demasiado fría para ser abril, pero ahí estábamos los dos, en las tumbonas, observando la Luna, hablando de locuras futuras, planeando un millón de cosas por hacer, recordando historias inventadas, siendo invencibles.

-Oye Max, ¿sabías que yo siempre he querido pasear por la Luna? ser Astronauta, verla de cerca… ya sabes todas esas cosas.
Yo me reí, como siempre que me contabas alguno de tus sueños imposibles, aunque a ti eso no te hacía mucha gracia.
-¿Por qué te ríes? ¿Tú no tienes sueños imposibles o qué?
-Sí, claro que sí. Yo siempre he querido ser como Papá-Noel. Para hacer feliz a los niños y devolver la ilusión a los mayores.

Y los dos nos miramos y supimos que en ningún otro sitio seríamos más felices que allí arriba.

-Escucha, cielo ¿quieres ver algo maravilloso?
Y sin darte tiempo a contestar, te cogí de la mano y salimos a la calle.

Recuerdo que durante todo el trayecto ibas farfullando y gritando que te soltara, que no te gustaban las sorpresas… y yo no podía parar de reír. Siempre me reía de ti, de tus cosas y de tus manías.
Me hacía gracia la forma en que andabas, o cómo corrías.
Tu forma de hablar o de chillarme cuando nos enfadábamos… pero sobretodo adoraba hacerte rabiar, porque te ponías de morros y estabas preciosa.

Unos quince minutos después, llegamos al Parque del Estanque.
Tú preguntaste qué hacíamos allí, yo contesté que las sorpresas hay que disfrutarlas.
Y caminamos hasta el estanque, vimos los pececitos nadar y apareció ante nosotros la Luna.
-Acércate, Ginna. Tócala.
Tus ojos brillaron intensamente y me susurraste un ¡Eres increíble! al oído, tan tierno y cálido que sólo fue nuestro.
Te acercaste más, parecías la persona más feliz del mundo.
Tocaste el agua y la Luna se enturbió.
De pronto regresaste a los cinco años.
Eras como una niña pequeña que no puede dejar de sonreír.
Y yo, bueno yo me sentí un verdadero Papá-Noel, llevando regalos a los más pequeños y devolviendo la ilusión a los mayores.
La Luna se dibujó otra vez ante nosotros y un nenúfar se posó en su reflejo y, mientras volvía a emborronarse,  tú dijiste: -¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La arpista del quinto



Tiempo fue lo que siempre nos falto, Julia. Para estar juntos, para soñar toda una vida.
Tiempo fue también lo que siempre nos sobró. Para cumplir nuestros sueños, para vivir toda nuestra vida.
Siempre enamorados, pero eternamente solos.
Jugábamos de niños en aquel parque de detrás de tu casa.
El mismo que años más tarde nos vería enamorarnos y darnos nuestro primer beso.
El mismo que ahora me ve llorando por ti,
porque aquel día, diste tu mejor concierto y extasiada, dejaste este mundo.
Con una sonrisa dibujada, con la felicidad marcada en el rostro, con el arpa todavía entre tus manos, pude ver que al fin eras feliz.

Pero aunque te fuiste, tus veintiún gramos siguen atormentándome.
Huelen a ti, me abrazan por detrás, al igual que tú.
Las noches de tormenta se acurrucan en la cama junto a mí e invaden toda la almohada.
Me apuñalan el corazón y siento frío.
Miedo, vacío.
Y es que los días no son igual sin tu sonrisa fingida.
Las noches son tristes si no puedo secar tus lágrimas para hacer tu risa estallar.

Julia, soy la mitad de mi mismo desde que no estás.
Desearía volver el tiempo atrás, matar todos tus miedos y salvarte cuando estabas al borde del precipicio.
Julia, no tengo nada más que tus veintiún gramos de efímera existencia y no quiero vivir con ellos.
Te quiero a ti, a tus noches de llorar a escondidas, a tus días de reírte hasta del miedo.

Parecías tan fuerte que nunca creí que me dejarías así.
Eras tan frágil que me arrepiento de no haberte protegido de tus fantasmas.
Yo te prometí el cielo, el sol, la luna y las estrellas.
Te dije que siempre estaría a tu lado y nada malo te pasaría mientras permaneciéramos juntos.
Ahora nunca sabré que era lo que atormentaba, Julia.
¿Por qué no dejaste que te ayudara?
¿Por qué no he podido demostrar que podía cuidar de ti?

Julia, lo siento, sé que tú no querrías esto.
No soporto no verte, ni tampoco no estar contigo.
No puedo un día más sin ti, sin esa fuerza que sacabas para que yo no cayera.
No aguanto los remordimientos, ni tampoco la culpa o la verdad.
Yo fracasé y tú perdiste la batalla.
He vuelto a fracasar, pero ahora seré yo quien pague las consecuencias.
Julia, espérame allí arriba porque el concierto va a empezar”

martes, 4 de septiembre de 2012

Reediciones


Historia de amor y muerte

Ahora que lo recuerdo, cuando era pequeña no tenía miedo a nada excepto a los monstruos. Siempre creí en esas bolas de pelo de colores que miden más de tres metros y rugen hasta que saltas de la cama y lloras buscando consuelo.

Papá y mamá siempre me decían que no existían, que no tenía porqué tener miedo, yo les pedía que me leyeran un cuento y dejaran la luz encendida hasta que me dormía.
Lloraba hasta que revisaban todos los rincones de mi habitación y se aseguraban que no había nada que temer, entonces poco a poco iba cerrando los ojos hasta dormirme.

Muchos años pasaron hasta que dejé de tener miedo a la oscuridad pero cuando crecí, descubrí que existían aunque siempre estuve equivocada, porque no vivían debajo de mi cama, ni dentro de tu armario, ni tampoco trabajaban dando sustos como en aquella película de dibujos que siempre me gustó. Eran casi como nosotros, solo que pasaban desapercibidos en este mundo en el que vive el ser humano.

No sé cómo le conocí, pero no tuve miedo de aquel ser violeta y blandito como una bola gigante de algodón que estaba a mi lado en el metro.
Cuando me senté junto a él me dijo Hola.
Y a pesar de mis expectativas, su voz tampoco era tan diferente a la de cualquier persona que puedes conocer.
Yo siempre creí que rugían y que su voz debía ser atronadora y dar miedo, sin embargo me pareció que era bastante afable.
Yo le saludé y le dije mi nombre.
Recuerdo que él se llamaba Twister y que manteníamos conversaciones largas siempre que coincidíamos.

He de reconocer que no éramos seres muy sociables, pero entre nosotros nos entendíamos bastante bien.

El rechazo le hacía daño, la gente normal no suele entender a nadie que esté por fuera de su nivel social y mucho menos iba a hacerlo con un monstruo, pero él era más fuerte.
Eso era lo que más me gustaba de Twister, su fortaleza, física y mental.
Parecía no doblegarse ante nada ni nadie y siempre tiraba hacia delante.
Es lo que tienen los monstruos, grandes amistades, aquellas que han sabido ver más allá de las meras apariencias.

Una de esas grandes amistades era Ícaro, quien más adelante sería el “monstruo de mi monstruo”. Al menos así lo bauticé yo.


Ícaro era como una copia de Twister, pero de color verde y apariencia angelical.
Parecía no haber roto un plato en su vida y me pareció simpático cuando lo conocí.

Juntos compartieron muchos de los momentos más bonitos que habían vivido nunca y empecé a tener todavía más claro que los monstruos no eran malos y que no había nada de lo que preocuparse.
Twister creyó que Ícaro mataría miedos por él, que le protegería del mal hasta el final de los días y que juntos serían felices.

Pero toda historia tiene su pero y en esta, por ser una de monstruos, no iba a ser diferente.
Pero, curiosa palabra, finalmente Ícaro acabó siendo uno de esos monstruos a los que yo siempre tuve miedo.
Uno de esos que viven dentro de tu armario, bajo de mi cama y trabajan dando sustos hasta el amanecer.
Se aprovechó de él, llegó hasta su corazón y una vez allí realizó el mejor trabajo de su vida, dándole un susto que le dejaría marcado durante mucho, mucho tiempo.

El final de su historia fue, nunca mejor dicho, monstruoso y el mismo amor que le tenía se convirtió en odio, y luego en dolor y más tarde en decepción.
Todos los miedos que Ícaro debía matar por él, aparecieron en su cabeza, para quedarse durante un largo tiempo.
Nada de cuentos de hadas, ni finales felices donde los monstruos, que son vegetarianos, no comen perdices.

Cuando la historia de amor y muerte de Twister e Ícaro fracasó pude descubrir lo mejor de los monstruos.
Bajo esa gran bola de algodón que cubría su cuerpo, Twister tenía un corazón como el de cualquier ser humano y latía.
Más fuerte si se enamoraba.
Bajo esa apariencia y detrás de esa voz escondía los sentimientos más bonitos que alguien pueda describir jamás.
Cuando escuchaba las historias que me contaba sobre Ícaro podía notar como, en ocasiones su voz se rompía, e incluso alguna vez alguna lágrima se posaba en sus pestañas de monstruo.

Twister sentía, diría que más que algún humano desalmado de los que corretean libres por aquí arriba haciendo y deshaciendo a sus anchas historias de amor.

Esta historia me hizo reflexionar sobre las cosas que siempre me habían dado miedo:
Primero fueron los monstruos, hasta que conocí a Twister y me enseño que estaba equivocada acerca de ellos.
Luego aprendí que los humanos podían llegar a ser peor que cualquier monstruo de mi imaginación de niña pequeña.
Y finalmente Ícaro, que es el ejemplo de que en este mundo tiene que haber de todo.
Siempre hay personas buenas, que parecen malas y personas malas que parecen corderitos del Señor.
Comprendí que yo siempre había tenido razón, aunque no razones para tener miedo.
Los monstruos han existido desde siempre, aunque no vivan debajo de mi cama ni tampoco dentro de tu armario; Tampoco iban por la vida dando sustos a diestro y siniestro (al menos no todos).
Los verdaderos monstruos de esta historia son los seres humanos, normales y corrientes, con defectos, con errores, incapaces de ver que nadie es perfecto, incapaces de aceptar a nadie diferente a ellos.

Porque aunque los monstruos no se parezcan físicamente a nosotros a mí no me importó que Twister no fuera perfecto, porque yo tampoco lo era, porque tú tampoco lo eres.
El mundo en el que vivíamos nos rechazaba constantemente, pero si a nosotros no nos importaba, ¿Qué más daba?

La verdad de esta historia es que nadie jamás se dio cuenta de que yo era un monstruo.
Uno que debía disfrazarse de humano si quería tener alguien con quien charlar de vez en cuando.
Realmente, uno de mis mayores errores.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Amor trans(a)parente


Las flores han empezado a florecer, ya es primavera.
Que cosa tan curiosa esta de las estaciones.
Mis sentimientos están a flor de piel, me he enamorado.
Noto como la suave brisa primaveral sopla y mueve las copas de los árboles.
La sangre se me altera, cuando tú me miras. Hiervo si me tocas.
Escucho a los niños jugar a la pelota debajo de mi casa.
Me gusta la primavera, si la paso junto a ti.
Todo es más bonito cuando estamos juntos.
Las flores florecen antes,
los pajaritos cantan más, y  sin embargo,
la lluvia moja menos, que curioso esto también.

Ya es verano, lo sé.
El sol, el sonido del mar, el ajetreo de las calles.
Todo cuanto me rodea anuncia que la nueva estación se ha posado en mis días:
El olor a mar, que inunda los pulmones.
La sal cerrando viejas heridas.
Los niños en la arena, los amores de verano.
El sol tostando tu piel y el relajante sonido del mar a través de una caracola.
Sentarnos en el faro, lanzar una botella contándole al gran océano
nuestros secretos más íntimos, nuestros deseos inconfesables
Amarnos en tu cama y besarnos con sabor a sal.

El cálido verano de caricias bajo el mar va dejando paso al bipolar otoño de besos en la calle y peleas en la cama.
Gotas de lluvia en el cristal, rayos de sol en cielo dibujando un arcoíris que me invita a pasear.
Un arcoíris con el que cruzo el charco y un charco que desea que nade en él.
Tu mirada hablándome y tu voz mirándome, provocan escalofríos en mí.
Me estremezco, me acurruco junto a ti.
Tus ojos me ven, tu mirada tiembla y tú susurras te amo en mi oído.
Mi piel se eriza con cada palabra que sale de tu corazón y mis pupilas se dilatan cada vez que me tocas.
Pasear, salir corriendo. Tú me alcanzas y nos besamos en mitad de la calle.
La gente pasa y nos mira, pero no podemos ver nada más que nuestras caras.
De nuevo un arcoíris en el cielo me lleva hasta tu cama. Nos peleamos allí,
pero nos reconciliamos en el sofá.
Y deseo que el viejo invierno llegué para dormir abrazada a ti.

Por fin mis sueños se cumplen y el cielo se vuelve azul eléctrico.
La tormenta se acerca, pero no a mi cabeza,
el cielo cada vez más oscuro, pronto se abrirá.
Me gustan las tormentas de invierno, porque podemos pasarlas así:
Chocolate caliente, manta y películas de terror.
Tengo miedo, un trueno hace retumbar la habitación
tú me abrazas, yo tiemblo. Tú me besas.
Desaparece. Todo es perfecto otra vez.
Contigo solo tiemblo si me tocas,
solo existe el miedo a perderte,
a sufrir si no estás junto a mí.
Solo tú me haces gritar, y solo perderte me hará llorar.
Contigo sé lo que es el amor trans(a)parente

sábado, 11 de agosto de 2012

Hoy:



Hoy estoy triste.
Hoy estoy feliz.
La lluvia ardiente de agosto ha arrasado con todo aquello en lo que creía, ha arrasado con tu cuerpo y con tu espíritu soñador.
El mismo que nos daba alas y nos elevaba a lo más alto; El mismo que más tarde nos las cortaba y nos daba de bruces contra el duro asfalto.

Hoy siento frío, siento fuego, siento un mundo nuevo abrirse paso en mi cabeza.
El mar envuelve mi cuerpo y me arrastra a lejanos horizontes donde otro sol de invierno secará mi rostro y calentará mi cama.
Nunca más seremos codependientes, nunca más necesitaré tu playa para dormir.

Hoy tengo ansia, hoy tengo sueño y necesito un colchón nuevo, hoy quiero romper ventanas y gritar ¡Oh muérete!.
Sueño con una vida tranquila lejos del tiempo perdido.
Deseo abrir las alas y cruzar el charco para luego deslizarme suavemente hacia tu cama.
Convertir la lluvia en cristal para que caiga sobre ti y hacerte reflexionar sobre tu mañana.

Hoy soy pasado, presente y futuro en una única persona y no he atravesado el famoso continuo espacio-tiempo.
Permanezco con los pies en el suelo aferrada a un pasado de tormenta y barro obsesionada, al mismo tiempo con un futuro borroso e ininteligible que parezco nunca alcanzar.

Hoy puedo ser tu peor pesadilla o el sueño más dulce de algún alma en pena que pasa las noche en vela.
Yo puedo derrumbar tus murallas con flechas de fuego.
Y tú puedes esperar que alguna alcance tu pecho para rendirte ante mí.
Aunque yo, ya no espero nada de nadie.
Me gusta ser tu sueño, adoro ser tu pesadilla pero desearía ser tu noche y tu día.

Hoy quiero gritarte y hacerte llorar.
Hoy quiero ver como te derrumbas ante mi y entre la desesperación gritas -Te amo!

Hoy la leyenda cuenta que soy un ser extraño. 
Que allí abajo, en el subsuelo, escondo mis sentimientos en una caja fuerte.
La otra versión explica que adoro ver a la gente sufrir y que lo que guardo en esa caja son sus corazones.
Ya no recuerdo cual era la real.
Pero amo que hablen de mí.

Se podría decir que hoy me siento vanidoso, con la autoestima por encima de 100, pero entonces mentiría y aunque esté muy de moda, no es una de mis cualidades.

Hoy empezaré a correr, cogeré impulso y me elevaré.
Desplegaré mis alas y echaré a volar.
Mientras lo hago os observaré, menguantes, y gritaré hasta que se me rompa la voz y me queme la garganta.
Cuando mis dedos estén a punto de rozar el sol, plegaré las alas y me dejaré caer de nuevo a la tierra.
Volveré al sitio del que nunca debí salir.

jueves, 26 de julio de 2012

Inspiración, sueños y trucos de magia



Miércoles, 21 de Noviembre de 1990





Cuando mis quince minutos en el mundo del periodismo fracasaron mi jefe dijo que era porque las drogas y mi trabajo no eran compatibles, que había arruinado mi carrera y que jamás volvería a escribir un solo artículo.


"Aquella mañana salí de la redacción muy cabreado, me encendí una chusta que llevaba en el bolsillo y caminé sin rumbo...

¿La verdad? me apetecía sentarme al piano y ser capaz de hacerlo sonar, de demostrar que tenía un mundo que ofrecer pero no me atrevía, no sin ella.
Ella, Blanca, la única capaz de hacerme brillar, de extasiarme y revolverme de dolor al mismo tiempo, de creerme Dios sin ser más que un tipo corriente enganchado a una puta mierda.
Blanca, la única que en diez años había capturado la esencia de ese piano, porque solo así había sido capaz de tocarlo.

No existía en el mundo, nadie que me hiciera sentir lo mismo hasta aquella misma noche, en el 5CLUB, un antro que llevaba un conocido mío donde podías comprar, vender y regalar (si te apetecía) inspiración al por menor.
Yo acudí en busca de mi dosis semanal y un poco de autoestima, que nunca viene mal.

Allí conocí a Rita, una pianista infravalorada que por casualidades del destino había acabado trabajando en un club de mala muerte.
Admiraba a Rita Hayworth y soñaba con ser una gran estrella de Hollywood, fumaba como si se le fuera a acabar el tiempo, compraba sueños en papel de plata y solía hacer trucos de magía.
No tenía en la vida más que el piano, su voz y su belleza.
Y algún día su piano y su voz, perderían afinación.
Pero ni por esas, perdía la esperanza de salir de ese mundo y volar como los pájaros, o la imaginación.

Aquella noche mezclamos sueños e inspiración, nos fundimos en una espiral de fantasías irrealizables y dimos una vuelta completa por el espacio.

Al aterrizar y tras el tercer truco de magia mi piano fue tocado por otra persona y el viaje por el Cosmos fue para dos.

Cuando desperté, todo había desaparecido, no me quedaban sueños, ni tampoco inspiración, la magia se había esfumado y el Cosmos reapareció en forma de mundo real.
No había rastro de Rita, excepto una mancha de carmín en una de las teclas del piano.

Intenté recordar la noche, pero todo se volvía borroso después del quinto truco de magia. Me dolía la cabeza, no podía dejar de tararear una maldita melodía que no había escuchado jamás y que, sin embargo, era la más hermosa melodía que en la vida compondré. No podía dejar de sonreír por algo que no había vivido ni tampoco podía apartar los ojos de la mancha de mi piano porque no sabía cómo había llegado ahí.

Me senté allí delante y como si de un truco de magia se tratase comencé a tocar esa horriblemente hermosa melodía que no salía de mi cabeza"


domingo, 10 de junio de 2012

Oniria, vuela lejos.

Oniria vive y pasea descalza por las nubes.
Duerme y sueña con un mundo al que cree pertenecer mientras,
mantiene la certeza de que algún día aprenderá a volar.


Insomnia es la sombra, los restos de quien fue.
Se esconde bajo un escudo cuando sale a pasear por el mundo real, 
al que no le gusta pertenecer.
No duerme y el insomnio se ha llevado todos sus sueños.
Sabe que nunca podrá volar.


Oniria tiene alma de golondrina y algún día partirá lejos,
manteniéndose entre las nubes y dejando una estela de sueños cumplidos.


El espíritu de Insomnia es más bien como el de un albatros que no es capaz de alzar el vuelo.
Ella nunca cumplirá sus sueños si son lejos de tierra, pero si se mantiene en ella es fuerte como el acero.


Sus espíritus pertenecen a mundos opuestos pero cuando se miran a los ojos el albatros aprende a volar y la golondrina posa los pies en tierra.


Oniria se la lleva a pasear por las nubes y le enseña la magia de lo onírico.
Insomnia la sube a la azotea de una ciudad sin luces y le muestra la vida de quienes nunca duermen.
En las nubes Insomnia recupera sus sueños y aprende a cumplirlos; En la azotea Oniria descubre belleza en el mundo real mientras permanece insomne.


Pero el alma de golondrina de Oniria empieza a batir fuerte las alas.
Debe volar a un cielo lejano, pero no desconocido.


Insomnia no puede volar, su albatros interior se lo impide.
Recupera su viejo escudo y se esconde hasta del mundo real, 
que ya no le hace sentir lo mismo que antes.


Es hora de aceptar que ya no habrán paseos por las nubes, ni se fundirán con el sol.
Oniria e Insomnia ya no se mantendrán insomnes observando al mundo durmiente desde la azotea de una ciudad cualquiera.


Oniria vuela hacia el mundo real aunque no sabe si está preparada.
Insomnia intenta volar hacia lo onírico, pero sola no sabe.


Oniria está triste, pero las nubes lo harán todo más llevadero.
Insomnia no sabe cómo sentirse y el mundo real no tiene sentido si no puedes escapar de él.


Oniria sabe que si algún día se siente sola, triste o desesperada solo tiene que decirle hacia donde ha volado.
Insomnia piensa que cuando todo esté perdido, 
el cielo y su inmensidad, la transportarán a otro lugar.


Oniria sabe que, a pesar de todo, cada vez que mire la enormidad del cielo Insomnia estará viendo el mismo que ella.


Insomnia sueña que Oniria vuelve.
Oniria sueña con volver.



Insomnia duerme por fin.
Oniria despierta al fin

domingo, 6 de mayo de 2012

En la 311, como siempre

Frente la puerta giratoria del Hotel Señorial me encuentro ahora mismo, un escalofrío me recorre de arriba a abajo y pienso que algo será diferente esta vez.

    Mis noches con Mike se han prolongado durante un año, pero no somos una pareja convencional, solo unos amigos con derechos, o amigos que mantienen relaciones esporádicamente, como quieras decirlo.
   No importa, Mike siempre se marcha de madrugada y se despide mí con un beso en la mejilla y aprovechando que yo duermo, sale de la 311.
 
   En realidad, con Mike a mi lado nunca concilio el sueño, solo lo aparento
   Cierro fuerte los ojos hasta imaginar un mundo donde amanecemos juntos, con cara de locos y fumamos el primer cigarrillo del día y no el último de la noche.
Me acurruco a su lado, me aprieto contra su pecho y aspiro su aroma: Una mezcla de tabaco y primavera; de lluvia y sol; de barro y olas del mar... huele a todo lo que amo y a todo lo que odio.

   Mis ensoñaciones terminan a las cinco de la mañana cuando despacio se levanta de mi lado, me cubre con las sábanas de la cama y cierra la puerta.

Llevo demasiado tiempo guardando las lágrimas y el dolor que me provoca su marcha pero no puedo pedirle más.
Lo nuestro es pura química.
Unos cuantos polvos y como si nada.
En público solo somos amigos y si hablamos del tema, él no le da demasiada importancia.
No decir nunca te quiero y saber cuando parar esta locura son las condiciones, dejarlo cuando quisiéramos era otra de ellas.
Al fin y al cabo, los límites somos nosotros mismos.
    Pero yo no he podido dejarlo a tiempo, me he enamorado de mi follamigo.
      Me he enganchado a él, a nuestras noches de follar en el cosmos, al igual que el yonki se engancha a la heroína.


Sigo delante de la puerta giratoria del Hotel Señorial, me decido a entrar.
En el ascensor me arrepiento y una vez delante de la 311 deseo que Mike no haya aparecido hoy.
Abro de golpe la puerta y con estupefacción veo a Mike con un ramo de flores en la mano
<Estoy perdida> pienso.

Mike me mira fijamente a los ojos y me pierdo en su profundidad.
-¿Estás bien? Tienes mala cara- Dice a la vez que me da un abrazo.
+Te echaré de menos mañana- Susurro en su oído.
No me pide más explicaciones y me besa, como nadie lo hace.
El mundo desaparece y siento que floto en la inmensidad del Universo y que nada podría ser más perfecto.
<Todo saldrá bien> intento convencerme.

Una vez más estamos en la cama, desnudos después de uno de los viajes por el Cosmos más fascinantes de toda mi vida.
Intento congelar ese momento, creyendo que será el último.
Me acurruco en su pecho, aspiro su aroma, beso sus labios, juego con su pelo y digo
+Te quiero, Mike.

Su expresión cambia completamente, horrorizado me mira salta de la cama y busca su ropa por la habitación y empieza a gritar.
-¡¿Qué... qué dices?!
+Que te quier...
-¡No lo repitas!. Joder, Rose, joder, lo has estropeado todo. Teníamos un trato.

Rompo a llorar, supongo que no puedo hacer otra cosa en este momento y le grito
+¡A la mierda el trato, Mike, a la mierda todo!
Estoy enamorada de ti, siempre lo he estado.
¡¿Realmente esto lo estropea todo?! ¿Lo cambia todo?

Con un zapato en la mano y la camisa desabrochada sale de la habitación, cerrando de un portazo.
Apoyada en la puerta me dejo caer hasta el suelo mientras grito, con un hilo de voz su nombre, una y otra vez, una y otra vez.

Teníamos un trato, teníamos un trato...
No se puede negociar con los sentimientos, Mike.


miércoles, 18 de abril de 2012

Tranquila incertidumbre


Solía pensar que eras el único para siempre que necesitaba,
solía desearte las buenas noches y dormirme a tu lado,
solía soñar por los dos imaginando un viaje alrededor del Universo
y solía pasear por mis pensamientos para verme junto a ti.

Ahora no me quedan los para siempre.
Las noches discuten y deciden dejarme en vela,
los viajes alrededor del Universo se han convertido en auténticas utopías 
y si paseo por mi mente, no queda ni un simple recuerdo.

No soy feliz, al menos no como antes.
La lluvia decora, ahora todos mis días
y el barro, mis zapatos.

Los pájaros han dejado de cantar,
las flores de florecer
y el sol de brillar,
pero mi amor por ti, jamás se esfumará.

Los lunes no me impresionan,
los martes ya no son en los parques
y los miércoles en la cama se han convertido 
en un auténtico suicidio.

Los jueves, son siempre la misma historia
y los viernes han perdido la ilusión por divertirme.
Los sábados duermo con la persiana bajada
porque no soporto no ver tu carita por el sol rayada.

Los domingos no quedan estrellas en el cielo,
que a tu lado me quieran llevar
y mucho menos, ganas de volver a empezar.

Mis momentos felices son
los que paso mientras duermo y no te sueño,
mientras respiro y no te necesito,
mientras canto y desapareces de  mi mente.

Te amo hoy,
te amé ayer,
¿te amaré mañana?

jueves, 5 de abril de 2012

El paraguas amarillo

Confesiones a mi pequeña Ginna II

El paraguas amarillo:


El día que conocí a mi pequeña Ginna llovía, desde entonces la lluvia se convirtió en nuestro símbolo.


A ella le había encantado desde pequeña.
Siempre me contaba que las noches de tormenta nunca dormía lo suficiente, porque se quedaba viendo los rayos por la ventana y jugaba con las gotas que caían por el cristal.
Personalmente, a mí no me gustaba demasiado, pero me recordaba tanto a ella cuando no estábamos juntos que acabé deseando que todos los días fueran de tormenta.


Siempre me decía que nuestro mundo era muy monótono, como si viviéramos en una película de los años 20. 
Que no le gustaba sentirse la protagonista de una vida en blanco y negro, que necesitaba ponerle un poco de color.
Yo le regalé un paraguas amarillo y al verlo, su sonrisa iluminó todo cuanto había a nuestro alrededor, incluso más que sus preciosos ojos azules.


Nunca jamás se separó de él.


Ahora, mientras escribo estas líneas en mi solitario despacho, me distraigo mirándolo, sigue ahí, donde ella lo guardó por última vez. 
Pienso en ella y  lloro un poco, o quizá demasiado.
Pienso que no fue justa su marcha, que le quedaban demasiadas cosas que ofrecerme, a mí y al mundo.
Intento volver a mis líneas, pero me resulta imposible.
Montones de recuerdos vuelven a mi cabeza una y otra vez y pienso que ella no se merecía olvidarlos.


De pronto uno de ellos toma más fuerza.
Era verano y yo la esperaba en la playa.
Ella llevaba ese vestido de flores que tanto me gustaba y en la mano, el dichoso paraguas amarillo.
Yo, sonreía como un idiota mientras mi corazón gritaba ¡Cásate con ella, seréis felices siempre!
Cuando llegó frente a mí y me besó logró que el Universo perdiera todo su sentido y tomara uno nuevo: El que ella y yo quisiéramos darle.
De nada me sirvieron las horas de ensayo, pensando en cómo decirle que me moría por pasar toda la vida con ella, en cuanto la tuve delante, me armé de valor y le dije ¡Cásate conmigo, pequeña Ginna!
Un si, escritor de barrio, nunca me había sabido tan bien.
Empezó a llover, nos refugiamos bajo el paraguas amarillo y me di cuenta de que realmente, daba color a nuestra vida.


Logro escapar de mis recuerdos y salgo de mi despacho, dejo mis líneas a medio terminar y me dedico a pasear por cada estancia de la casa.


Era la casa de nuestros sueños, hubiéramos querido llenarla de niños, pero Ginna no podía ser saltadora de pértiga.
El día que el médico se lo confirmó, también llovía y como siempre, llevaba su inseparable paraguas amarillo.
Nunca la vi llorar tanto como aquella vez, nunca me sentí tan impotente, tampoco.
Mr. Hyde se apoderó todavía más de ella y jamás volvimos a hablar sobre ese episodio de nuestra vida.


Decido dejar de divagar por la casa, quiero volver a mis líneas, deseo terminarlas y acostarme, aunque sepa que no podré dormir, todavía no me acostumbro a la soledad de nuestra cama.
Me siento y descubro que solo había escrito la fecha.
Arrugo el papel y lo lanzo a la papelera.
Saco la vieja libreta donde escribía a Mr. Hyde y esperando que las palabras lleguen solas a mi cabeza escribo el título: El paraguas amarillo

viernes, 30 de marzo de 2012

Las medusas no fuman

¿Recuerdas aquel día que llorabas desconsoladamente porque una medusa te había picado?
Es probable que no.
Pero yo sí lo recuerdo, habían más niños jugando en la arena, ignorando que el mar estaba lleno de peligros, entre ellos las medusas.
Entonces tú saliste corriendo del agua, llorando y buscando a tu mamá. 
Levantando montañas de polvo a tu paso y llenando las toallas de los turistas de molesta arena de playa.
Tú no eras consciente de ello, porque sólo podías pensar en que alguien te consolara, y si era tu mamá, mejor.
Entonces llegó el socorrista para ponerte una pomada que aliviara tu dolor y entre risas, al ver tu cara toda roja del sol y de las lágrimas dijo:
-¡Mira que has tenido mala suerte, has tocado la medusa por la parte del veneno!
Tú no entendías la gracia, ni porque se reía y eso te enfurecía aún más.
Él mientras tú continuabas llorando dijo que no te enfadaras con él, que no se reía de ti, lo que pasaba era que las medusas son el 98% agua y el 2% veneno.
Y que siempre daba la casualidad de que la gente las tocaba por el lado del veneno.


Ahora estarás leyéndolo mientras te preguntas y ¿ésto a qué viene?
He recordado los porcentajes de maldad de las medusas, me he dado cuenta de que realmente, no es muy grande, y que es muy parecido al de maldad humana.


Las personas tenemos un porcentaje de agua sobre el 60 o 70%, el resto es maldad.
Ya es mala suerte, dar únicamente con el veneno de las personas.
Pero es cierto, tenemos tan mala suerte como los niños en el mar, sólo tocamos el lado del veneno, porque nos resulta imposible encontrar el agua, a pesar de tener tanta.
Este veneno no nos produce heridas visibles, ni dolor físico.
Me atrevería a decir que es muchísimo peor el veneno humano que el de las medusas, las pobres, que ni siquiera pueden fumar.
Cuando damos de bruces con el veneno humano, nos paralizamos y nos quedamos inmóviles, intentamos reaccionar pero nos resulta muy difícil hacerlo.
Y, como a ti cuando eras pequeña, te entra el miedo de volver a entrar en el mar, por si la medusa vuelve a envenenarte.


Pero ¿Sabes qué te digo? que aunque el ser humano te envenene muchísimo más que la medusa, te haga más daño y te convierta en una niña pequeña, incluso cuando tengas más de cuarenta, debes mantener la esperanza de encontrar un día una medusa y tocarla por el lado bueno"

lunes, 26 de marzo de 2012

Tus pies fríos

Hace mucho que pasó.
Demasiado tiempo, diría yo.
Pero ¿Sabes qué, pequeño?
Que he dejado de llorar.
Mi corazón ha dejado de estar triste y ha comenzado a sonreír otra vez.
Quizá te eche de menos en múltiples ocasiones pero tu ausencia ya no me hace desesperar ni rabiar.

Ahora sólo siento felicidad de haber aprendido a vivir sin tu calor y sin tu hombro, sin tu dulce sonrisa y tu tierna voz susurrándome continuamente que me amaba locamente, durante todas esas noches que nos prometían el cielo.

No es rencor, es agradecimiento lo que siento al recordar tu carita al despertar.
La misma que, con una simple mirada, me pedía que no me separara nunca de ti.
Yo no lo hubiera hecho, sé que tú tampoco.
Al menos no por nuestra propia voluntad.

Un día me di cuenta de que nuestro mundo giraba en direcciones opuestas, tú mirabas a tu propio ombligo y yo, en fin, yo no sabía lo que quería, excepto a ti.
Cuando te encontré, detrás de mí, supe que la tormenta había llegado y que todo nuestro universo no sería para siempre.

He perdido la cuenta.
La noción del tiempo.
De hecho, todo lo que recuerdo es nuestro banco.
El recuerdo de cuando nos conocimos, está borroso.
El de cuando te perdí, ni siquiera sé en qué parte de mi cabeza se encuentra.
Hace mucho que decidí apartarlo de mi mente.
Dime ¿Tú recuerdas cuándo sucedió?

Puede que lo único que recuerde con la misma claridad sean tus pies fríos al contacto con los míos durante esas noches dónde tú eras capaz de hacerme pasear por el espacio sin salir de nuestra cama.

Dime ¿Tú lo sigues recordando?

sábado, 24 de marzo de 2012

Confesiones a mi pequeña Ginna

Nunca llegué a comprender cómo funcionaba su cabeza, ni tampoco qué cosas le quitaban el sueño.
Fui su compañero durante toda la vida y no logré descifrarla.
Lo que descubrí de ella no se acercaba ni al cinco por ciento de la totalidad de sus pensamientos, así y todo conseguí quererla y amarla como no lo había hecho con nadie.
Quizá fue la intriga por saber eso que ocultaba celosamente al resto de mortales; tal vez el brillo de sus ojos azules que, a pesar de reflejar la luna en ellos, no dejaban entrever todo su mundo interior, o quizá fue mi "masoquismo sentimental" lo que me llevó a enamorarme locamente, lo que me llevó a no poder pasar ni un solo segundo sin su compañía, que no es que fuera realmente fructífera para mi empeño de descubrirla.
Nos lo pasábamos muy bien juntos: Las mañanas en los parques eran inolvidables y las noches... las noches eran de incendio.
Pero toda esa atmósfera se rompía al abrir el baúl de sus recuerdos. 
Se volvía una persona completamente diferente a quién yo me había enamorado: Una especie de Dr. Jeykill & Mr. Hyde, pero eso no impidió que una parte de mí empezara a desear al Mr. Hyde que mi pequeña Ginna llevaba dentro.


No llegué a confesarlo. No encontré la oportunidad.
No supe escoger ni el momento ni las palabras con las que decirle que me había acostumbrado a su lado oscuro al que, sin querer, iba acercándome peligrosamente.
Ahora ya es tarde, no hay tiempo para arrepentimientos, ni tampoco para una estúpida confesión que, como mi pequeña Ginna diría, era la de un artista de mierda.
Eso es cierto, nunca le gustaron mis cuentos, ni mis reflexiones ni mucho menos mis confesiones.
Quizá fuese porque nunca las leía y en sus últimos años ni siquiera entendía de qué iban todas ellas.
Tal vez porque realmente fui un artista de mierda, bastante sobrevalorado.


Pero quizá para lo que sí quede tiempo sea para confesar que a mí tampoco me gustaron jamás las cosas que escribí, ni tan solo sabiendo que el destinatario de todas ellas fuera ese Mr. Hyde que mi pequeña Ginna escondía, que sacó lo peor de mí y logró que me convirtiera en lo que soy ahora: Un viejo escritor de mierdas para un público prácticamente inexistente ahora que el alzheimer se ha llevado a mi pequeña Ginna y con ella a la fuente de todas mis inspiraciones; Al causante de mis desvarios en estos últimos años; Al productor de las geniales mierdas que fui capaz de crear cuando esos ojos azules, reflejaban la la luna en ellos y me miraban y yo lograba ver todo mi potencial escondido allí, junto a su lado oscuro.


Tal vez a mí no me quede tiempo de confesarle a mi pequeña Ginna que hubo alguien a quien amé más que a ella, pero para lo que sí quedó tiempo antes de que todo ésto sucediera y me quedara solo con mis viejos cuentos infantiles para adultos, fue para que mi pequeña Ginna me mostrara la luna una vez más y me dijera: "Sólo tú sacaste lo peor de mí. Me alegro de que hicieras grandes cosas con ello". 
Y tras ese momento de lucidez que algunos doctores llaman memoria retrospectiva sus ojos se apagaron y dejé de ver el cielo en su mirada, dejé de sentir a mi pequeña Ginna y supe que mi escaso prestigio se había esfumado, que mis quince minutos de fama habían pasado y que jamás encontraría a otro Mr. Hyde que me hiciera vivir y amar mi trabajo tanto como el que mi pequeña Ginna escondía.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Mis esperanzas son vanas

Mis esperanzas son vanas,
dejaré de esperar,
me conformaré con lo que me ha tocado y
querré sólo a quien me enseñe a seguir.

Mis esperanzas son vanas,
de eso no cabe duda,
tú las has dejado así,
poco me queda por lo que vivir,
mucho más por lo que llorar.

Mis esperanzas son vanas, sí
pero a pesar de tener mil motivos para llorar
siempre que me quede un mínimo de luz
preferiré vivir.

Te preguntarás si ésto es por ti,
si tú eres la causa de la vacuidad de mis sentimientos,
de mis desmanes, de mis idas y venidas.
Sí.
Te preguntarás si es despecho; o quizá odio
¿La verdad? Dolor
Quizá te lo preguntes,
o quizá muestres la misma indiferencia
que durante estos años mostraste hacia mí.

Mis esperanzas son vanas porque
ya no creo que arregles lo que en años
destruiste;
Porque mi corazón, ya
no soporta tanta desilusión;
Porque he descubierto que nunca fui
la dulce niña de tus ojos,
que tampoco lo seré a partir de ahora.

Mis esperanzas son vanas,
te quiero, y sufro por ello.
Mis esperanzas son vanas,
te quiero, me desprecias.
Me desprecias, hundes mi vida,
hundes mi vida, te quiero aún más.

Mis esperanzas son vanas porque
a pesar de la muerte, de la vida o la suerte,
yo siempre te querré,
pero, cuando sienta tu rechazo
mi corazón se romperá en mil pedazos,
y no lloraré, no
ninguna vez más por ti.

Mis esperanzas son vanas,
porque sé que ese cariño me pertenece;
Mis esperanzas son vanas, porque ese cariño
lo guardas para ti.
Mis esperanzas son vanas
cuando lloro por ti
y no eres quién me consuela.

Mis esperanzas son vanas
porque tú me has convertido en ésto;
porque tú has transformado mi vida
en un círculo vicioso,
del que no logro escapar.
Donde ser feliz ha dejado de ser
un juego de niños.

Mis esperanzas son vanas,
ya no tanto por mí, si no
más por ti, porque tus desprecios
han logrado que yo sea capaz de querer,
de amar, de sentir felicidad.
Y aun que a veces te odie
por el hueco en mi corazón,
no puedo sino, sentir lástima
al ver éso en lo que te has convertido.

Mis esperanzas son vanas.