martes, 6 de mayo de 2014

Ideas desordenadas


Relámpagos, truenos, rayos y enseguida empieza la tormenta, me duele la cabeza y no puedo pensar más.
Mi cama vacía y deshecha, un poco como mi vida últimamente; Mi habitación patas arriba, mi casa ardiendo y yo sentada, viendo la vida pasar, sin poner orden, sin extinguir este fuego interno que me recuerda que te marchaste sin despedirte.


Otro trueno.
Me gusta la lluvia, salir a correr bajo su protección, inspirar y fotografiar su aroma en mi cabeza; Alzar el vuelo y empaparme de vida; Llorar sin que me vean, reír sin más, saltar eufórica y sentarme a escuchar como golpea, delicadamente primero y con rabia después, en el cristal de mi mente.


Me gusta ver llover.
Me gustan las tormentas pero me asustan cuando llegan a mi cabeza y aparezco desprotegida.
Sin tu abrazo nocturno. Sin tu saludo vespertino. Sin observarte mientras duermes mi vida no es igual.
No soy tan fuerte como crees, no cuando se trata de ti.

Eres el resplandor del sol colándose por las rendijas de mi ventana y atravesándome de pleno el pecho hasta acabar incrustado en mi corazón de hielo que no desearía dejar de latirte nunca.


Mi cabeza.
Eso ya es otro tema, la tormenta  anuncia noches azules de insomnio. Noches en vela escribiendo cartas sin destinatario concreto.
Antes eras tú.
A ti te escribiré todas las noches cartas que luego quemaré

El fuego.
El fuego purifica lo que siento por ti, que ya no es sano.
Es una droga de la que no quiero desengancharme, aunque mi cabeza te odie.
Sí, te odia con todas sus fuerzas porque irracionalmente eres quien jamás querría ser; Eres quien me hace llorar y gritar y enfadarme y no comprender; Lucha interna que me lleva a alejarme de ti cuanto más te quiero.

No quiero quererte.
Me asusta tanto sentir, que no puedo permitírmelo.

Dejarte.
Dejarte quiere mi cabeza, pero mi corazón explota y envía mariposas a mi sistema nervioso cada vez que sé que te tengo; Cada vez que sé que me tienes.

No.
No puedo quererte, pero lo hago.
Sé que no eres bueno para mí, pero ya es tarde.
Ahora ya no va por ti.
Ahora sé que ya no hay vuelta atrás, que lo nuestro es imposible.

Antes.
Solía buscarte lloviendo y jugar a ser inmortales e infinitos.
¿Dónde quedó todo aquello?; Dime, ¿Fue de verdad?, ¿Lo soñé todo?; ¿Por qué cada vez te veo más lejos y sin embargo, te sigo sintiendo tan cerca?; ¿Qué falló?, ¿Qué ocurrió?; ¿Cuándo dejamos de ser un único Dios para convertirnos en completos aliens de distintos planetas?

Te echo de menos.
Irremediablemente estás enganchado a mi corazón con recuerdos afilados, sueños rotos y futuros borrosos que no eran de verdad.
No es justo porque el silencio que nos separa es abismal y me lanzaré a él en cualquier momento.
-Nada de lo que nos ocurrió fue justo y sin embargo, pasó – dices- porque a veces pasan cosas injustas a gente buena.

Destino.
No se puede luchar contra lo que ya está escrito y el destino, las injusticias y la muerte lo están.

“Estamos predestinados a fracasar.
Todos los días fracasa alguien.
Alguien que quiere escalar un ochomil y se queda a mitad camino; Alguien que suspende el examen más importante de su vida; Alguien que pone sus expectativas en la luna y ésta le falla.
No podemos pararlo, el destino es una máquina veloz que maneja nuestras vidas; Las injusticias nos persiguen y nos alcanzan, como lo hará la muerte. Reconoceremos que no éramos tan infinitos ni tan invencibles como creímos.

Somos efímeros.
Efímeros animales, desprotegidos, en busca de quien nos complete y nos cubra con sus brazos.
A eso dedicamos nuestra vida. A buscar. A perder.
Aprendemos a buscar aquello que necesitamos pero cuando lo encontramos, nadie nos enseña a perder, porque perder es más complicado.
Perder es más personal, nadie puede enseñárnoslo porque cada persona es un mundo y cada mundo es su propia historia.
Historias a base de encuentros, búsquedas, injusticias; alegrías, decepciones; Pérdidas.

Pérdidas que debemos aprender a sobrellevar solos porque en ese momento nos encontraremos totalmente aislados del conjunto.”