lunes, 2 de noviembre de 2015

Breve reflexión de un día de lluvia

Hoy he despertado con el cielo cubierto de metal;
Estaba lloviendo, todo era triste, quizá porque los ángeles ya saben que lo nuestro ha terminado.
Estaba lloviendo, todo era gris, quizá porque el Sol, la luna y las estrellas están demasiado tristes para brillar.
Cielo cubierto de metal.

Las nubes lloran, los pájaros han dejado de cantar;
El invierno de nuestra vida no ha hecho más que comenzar.
Las nubes lloran.

Un café amargo, unas tostadas quemadas y un periódico que ya no hablaba de nosotros.
Un impulso inexplicable de saltar en los charcos, con tus viejas botas de agua y un estúpido paraguas amarillo.
Tan estúpido era saltar como seguir esperándote, y ahí estaba yo haciendo ambas cosas.
¡Qué curioso ésto de las conexiones, malas conexiones, cerebrales que nos llevan a hacer estupideces!
Saltar en los charcos.
(Des)Esperar.

Las nubes lloran y gota tras gota, la lluvia ha mojado mi cara, ha calado mis huesos.
Hipotermia en el alma.
He sentido miles de cosas anónimas pero no miedo.
No tenía miedo de lo que pudieran pensar de una pobre niña loca que salta y se deja mojar.

Y ahí, a punto de morir de frío, he llorado.
Bajo la fina lluvia porque dicen que la tristeza parece más pequeña bajo la tormenta.
Mentiras.
Todo son mentiras.
Mis lágrimas se han sincronizado con la lluvia hasta que finalmente la tormenta ha llegado, trayendo consigo unas horribles ganas de acurrucarme a tu lado.

He corrido a casa, nadie ha venido a recibirme excepto la fría nada.
Y ahora ya en la cama, con las persianas bajadas y las gotas repiqueteando fuerte en ellas, la mañana se hará noche y ¿quién sabe? quizá la noche se haga eterna.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Poesía liberadora V



La lluvia que les oxidó el corazón.


La lluvia que les oxidó el corazón cayó en diciembre
Porque diciembre fue el mes de la felicidad comprimida en días
Y los días siempre fueron de vino y rosas
Aunque la mayoría de esas rosas tuvieran espinas
Y las espinas se clavaran por siempre en sus vidas.

Vidas, que siempre fueron paralelas
Allí parecieron cobrar un sentido
Que se perdía cuando estaban juntos.
Aunque estar juntos nunca fue el plan

Intentarlo cabreó a todos los Dioses del Olimpo
Desde Atlas, que dejó caer el mundo a sus pies
A Zeus que los atravesó con su rayo.
Fue tal el caos, que Cronos decidió parar el tiempo.

Las palabras pesaban al ser pronunciadas
Quizá porque ella no sabía decirlas
O tal vez era él quien no quería saberlas.
Eran palabras que no necesitaban ser dichas
Porque hay cosas que de sobra son sabidas.

Y aunque ella confesó
Y el afirmó,
Nunca llegaron a suceder
Y se dejaron perder.


Y la lluvia caída les oxidó el corazón

Perdieron el tiempo
Yendo detrás de segundos
Y los segundos se hicieron amores de camas.
Las camas fueron rings de combate
Y lucharon cuerpo a cuerpo, como gladiadores
Por no perder la vida

Perdieron la cuenta de todos los besos que se debían
Y de las palabras que nunca decían.
Y pasaron más de cincuenta amaneceres solos.
Perdieron días, semanas y estaciones

Lo perdieron todo
Excepto el tiempo pasado.
Lo perdieron todo
Excepto las ganas de volver al lado.

Y así, se volvieron a ver
En la playa que los vio nacer,
Crecer
Enamorarse.

Pero a veces, las ganas no son suficientes

Ella vivía en un diciembre constante
El de la felicidad comprimida
Las rosas, las espinas.
Todo lo malo.
Ella era la lluvia
Y el óxido de su corazón.

Él habitaba en su maldita indecisión
Y en sus te quiero, siempre a medias.
Nunca volvió a decirlo.

Su historia de amor
Nunca fue de amor realmente.
Porque su historia
siempre sería un delirio insano.

Y al final, volvió diciembre
Y de tanta lluvia como trajo,
Rompió su corazón en mil pedazos.
Asegurándose de que nunca más fueran algo
Que nunca estuvieron destinados a ser.

martes, 12 de mayo de 2015

POESÍA LIBERADORA IV

Y me pongo a pensar
y hasta nos puedo imaginar.
Sí, a ti y a mí
juntos, de la mano
y paseando por las calles de esta ciudad.
O de cualquier otra.
¿Eso a quién importa?

Y me pongo a soñar
y hasta nos puedo pensar
juntos de la mano
y tumbados en el césped de este parque.
O de cualquier otro.
Viendo el cielo nublarse, porque la tormenta llegará mañana.
Aunque en esta ciudad, nunca llueva.

Y sueño
pienso
imagino.

Nos vuelvo a soñar
y otra vez nos puedo imaginar
juntos de la mano
y besándonos en plena calle.
Me pongo a observar
y no hay nadie más aquí: Los coches se han congelado y las pocas personas que nos rodean, poco me importan ya.
Y me da por bailar
y te da por reír
Y mientras tanto vamos elevándonos, al compás del viento que nos lleva, como si fuéramos hojas caídas en pleno otoño.

Y duermo
y sueño
e imagino.

Y ahora me pongo a pensar
y nos puedo imaginar
queriéndonos hasta el fin de nuestros días;
queriéndonos en cada atardecer eterno.
Y hasta nos puedo imaginar.
Sí, a ti y a mí
dejando de ser solitarios,
cobardes corazones.

Y es que si me pongo a pensarnos ya sabes que mi imaginación no entiende de límites.
Pero otra vez me acuesto a dormir.
Y ahora nos puedo soñar:
A ti, diciendo lo que siempre dices; Callando lo que jamás gritarás.
A mí, diciendo lo que siempre callé; Besando tu frente.
A nosotros, despidiéndonos sin más, en el mismo lugar donde todo empezó.

Y es que aunque nos imagine perdiendo el miedo, siempre seremos eso, estúpidos,
cobardes corazones.

Y me acuesto a dormir, quiero soñarte por última vez, pero ya sabes, no lo conseguiré.