viernes, 9 de septiembre de 2011

Desde 0

Seis meses habían pasado desde que Daniel se marchó a NY, lejos de Laura y de todo lo que ella suponía en su vida, a pesar de ello, Laura se pasaba las noches mirando los aviones, por si alguno era el suyo; Mirando el cielo para consolarse pensando que él veía el mismo que ella.


-Me voy a NY en tres semanas, vente conmigo. Empecemos de cero, lejos de todo lo que nos hace daño.
-No puedo. No, no, no... ¡No puedes pedirme eso!
-¿Por qué? ¿Qué es lo que te sigue atando aquí?
-No lo sé, nada... ya... ¡No!... No puedes pedirme que lo deje todo así como así, y ya está... es injusto.
-Por favor
-Ojala pudiese, de verdad... pero, no puedo dejarlo todo así como así. No es tan fácil.


No sabía por qué había decidido tan rotundamente no irse con él, si en el fondo sólo quería irse lejos, olvidar todo, empezar de nuevo... y si estaba a su lado, mejor, lo que sí sabía era que necesitaba pasar esas tres semanas con él, por encima de cualquier otra cosa, y a pesar de que ninguno de los dos habló durante esas tres semanas de terminar con la relación, estaba claro que aquello suponía el fin... recordaban una vez que habían dicho <Las relaciones a distancia, nunca funcionan>.


Las siguientes tres semanas se esfumaron sin avisar, con la misma rapidez que se escapan los segundos de un reloj. Y antes de que pudieses darse cuenta, el día llegó, y los dos esperaban que llegara el avión, ese que los separaría y los llevaría por caminos diferentes.
-Dani, ¿Qué pasa ahora? ¿Qué hay después de este momento?
-Cielo, cielo, no llores, por favor. No me gustaría que mi último recuerdo tuyo fuesen esas lágrimas.
-Pero... tengo miedo, no sé que toca ahora... no sé que viene después de que subas al avión.
-Lo siento. Su voz se rompió, y una lágrima cayó por su cara.
-¿Qué quieres decir con eso?... no puedes irte, y encima, decirme que lo sientes. Lloró.
-Cielo, lo siento, muchísimo, te amo, pero los dos sabemos que no funcionaría.
Se miraron, y ambos vieron, a través de los ojos del otro, como sus corazones se partían.
Lo abrazó, no quería soltarlo, no si después subiría al avión y se alejaría de ella.
Se besaron. 
-Quiero que me hagas un favor
-Yo también
-No puedo quedarme, ya lo sabes. Quiero que te quedes aquí, y seas feliz, que no llores por mi. Quiero que vuelvas a enamorarte y si quieres, enciendas una vela por nuestro aniversario. Rehaz tu vida, pero por favor ¡No me olvides!


El altavoz anunciaba que era el momento de subir al avión. 
Se abrazaron. 
Subió.
Lloró y miró al cielo hasta que el avión desapareció de su vista, y con él, todos los sueños y planes que había ideado tiempo atrás.


Desde ese día, cada noche, dejaba su imaginación volar, el silencio entraba en su habitación y se dedicaba a observar a las personas que vagaban por las oscuras noches de la cuidad; Las miraba y pensaba que quizá fueran más infelices y se sintieran más solas que ella y es que el día que Dani despegó, Laura aprendió lo que era sentir miedo hasta de ella misma, miedo a lo desconocido, miedo a no saber a que le tienes miedo realmente; Aprendió lo que se sentía cuando echas de menos a alguien tanto que incluso te duele; Aprendió lo que era la soledad en su grado máximo y que por muchas personas que hayan a tu alrededor, el día que la más importante desaparece, lo pierdes todo.


Seis meses después, mientras miraba por la ventana de su habitación, se acordó de aquella conversación, sus ojos se llenaron de lágrimas y pensó ¿Que habría pasado si hubiese sido lo suficientemente valiente como para dejarlo todo y empezar de cero?

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