jueves, 10 de noviembre de 2011

Un nenúfar en la Luna (#)

-Clara, ¿estás dormida? 
Ella se despertó de repente. +¿Qué pasa? Estaba durmiendo.- Contestó ella.
-Es que me gustaría enseñarte algo. Tienes que venir conmigo.
Miró el despertador, eran las tres y media de la madrugada y no entendía que era lo que quería con tanta insistencia.
+Diego, son las tres de la mañana, ¿dónde vamos?
-Abrígate, arriba hace frío.
Iban a la azotea, eso le había quedado bastante claro, pero todavía no sabía que harían allí y como sabía que él no diría nada, dejó de insistir, cogió un par de chaquetas mientras él cogía unas mantas y salían de la habitación.
Él estaba entusiasmado y ella, ella estaba dormida todavía.
Cuando llegaron a la terraza, lo entendió todo.
-Quería enseñarte esto: Hoy hay Luna llena- Dijo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Él sabía que a Clara le fascinaba la luna y todo lo que tenía que ver con ella, por eso, siempre que podía le preparaba alguna cosa parecida. Ella lo miró y susurró un ¡Eres increíble! que sólo él pudiese escuchar. Sus ojos brillaban más de lo habitual y es que esos pequeÑos detalles la hacían grande día a día; La verdad era que Diego la hacía grande.
-Pero, no te quedes en la puerta, cariño, sal, he subido las tumbonas.


Ella continuaba sin decir nada, sabía que si lo hacía, rompería a llorar. Aquello la había superado por completo, la había dejado en un extraño estado de shock, ya que, a pesar de que esas sorpresas eran algo habitual en él, esa no se la esperaba y estar ahí arriba, los dos juntos, a la luz de la Luna, de esa Luna, enorme y preciosa, era lo mejor que le pasaba en meses.


Entonces, se tiraron en las tumbonas, y se quedaron en silencio, mirando al cielo durante un buen rato y, es que, no hacía falta hablar, por que en ese momento sus miradas lo decían todo: En ese momento no deseaban estar en ningún otro lugar que no fuera esa azotea. 
Un rato después, fue Clara quién rompió el silencio.
+¿Sabes una cosa, Diego?- Dijo mientras se giraba en busca de su mirada.
-Dime cielo.
+Siempre he querido tocar la Luna. Cuando era pequeña quería ser astronauta. Me encantaba asomarme a la ventana y quedarme mirándola, me fascinaba que estuviera ahí, noche tras noche durante todo el año, me fascinaba la idea de que en días como estos fuese tan grande y brillante. Supongo que lo que más me fascinaba era el no ser capaz de entender porqué pasaba eso.


Él se rió, la miró fijamente a los ojos y volvió a quedarse en silencio, con una expresión pensativa y como si fuera a decir algo, pero en el último momento se arrepintiera.
+¿Qué ibas a decir?
-Nada, nada.
Pero acto seguido se levantó de la tumbona y le dijo:
-¡Ven conmigo!
+¿¡Otra vez, Diego?! ¿Dónde vamos ahora?
-Ya verás, tú sólo sígueme.


Salieron de la terraza y él bajó corriendo las escaleras, para cuando Clara lo alcanzó, él ya había llegado al portal. Entonces, la cogió de la mano y empezó a correr otra vez. Empezaron a correr juntos.
+¡Estás loco, cariño! ¿Dónde vamos?- Insistía ella, a pesar de saber que no obtendría ninguna respuesta.
Corrieron y corrieron, por toda la ciudad, hasta que frenó en seco en una esquina. 
Ella ya no sabía ni dónde estaban, pero no preguntó.
Él le soltó una mano y le tapó los ojos.
Ella gritó.
+¡Diego, Diego, destápame los ojos, por favor, sabes que no me gusta!
-Calla, vas a estropearlo todo.
Y sin quitarle la mano de la cara ni soltarla, corrió de nuevo, habían llegado a un parque.
Corrían y corrían y entonces, cuando empezaba a divertirse con todo eso, él paró delante del estanque de los peces.
Le soltó una mano y le dijo al oído
-Ya hemos llegado.
Le destapó los ojos.
-Ahí la tienes, Clara, la Luna. Ahora ya puedes tocarla.
Ella lo miró y se rieron.
+Eres genial y te quiero, pero ¡Estás loco!
Volvieron a reírse, aun que les costaba un poco a causa del cansancio.
Se acercó un poco más al agua, para tocarla y, cuando estaba a escasos centímetros de ella, se giró hacia Diego y, mirándole a los ojos, le dijo
+¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna 


Recordaba con total claridad aquella noche de Luna llena, recordaba perfectamente todo lo que había sentido y lo feliz que había sido mientras veía como su reflejo se volvía borroso, el agua temblaba, los peces nadabas y, entonces, reaparecía allí, ante sus ojos.
Y entonces lloraba, no era capaz de recordar todo eso sin hacerse un mar de lágrimas; No podía recordarlo sin que la más absoluta tristeza de adueñara de ella, pero tampoco quería olvidarse o alejarlo de sus pensamientos, pues Diego había sido muy importante en su vida, le había enseñado tantas cosas, se habían prometido otras tantas... juntos idearon infinidad de planes, y aun que ambos tenían un futuro por separado, también empezaban a planear el suyo, el de los dos...


Pero una tarde, de uno de esos inviernos, que las noticias dicen, que son los más fríos en décadas, todo terminó, sin previo aviso se fue, sin tan solo despedirse de ella.
Clara no podía evitar tener, muy dentro de ella, el sentimiento de culpa más grande, y es que eso también lo recordaba: "Fue un 20 de Diciembre de 2002, ella dormía cuando su teléfono móvil sonó. 
Era Diego.
+¡Hola cariño!- Dijo aun dormida
-Cielo, ¿Estabas durmiendo?
+No, no, tranquilo- Se rió.
Lo siguiente que escuchó por ese móvil fue un frenazo, un fuerte golpe y un montón de personas gritando a la vez ¡Han atropellado a alguien!
Y aun que seguía al teléfono, ya no se escuchaba nada, se había cortado.
No pudo reaccionar, y es que no sabía que hacer, sólo conseguía llorar, llorar, llorar... y nada más, esperaba noticias de él, que le dijeran que estaba bien, que a él no le había pasado nada, pero en su lugar llamó la madre de Diego, estaban en el Hospital, lo habían atropellado, y aun que no sabían nada, estaba muy grave.


Salió corriendo de casa y cuando llegó se había quedado sin aliento.
Desde la puerta vio a su madre y su hermana, hablando con el doctor y, a pesar de no escuchar la conversación, sus expresiones lo decían todo.
En ese momento, la madre rompió a llorar y Clara entendió que el fin había llegado: Diego había muerto; Diego nunca volvería a su lado, jamás cumplirían sus sueños ni tampoco harían posibles todos sus planes; Las navidades no volverían a ser igual y su único deseo sería volver a verle.
Todo lo que habían ideado quedo en nada, en cuestión de minutos, segundos quizá y se quedó allí, en la carretera, en ese coche, en la mesa de aquel quirófano 


Desde ese 20 de Diciembre de 2002, como si de un alma en pena, que busca desesperadamente algo, se tratase, cada noche que había Luna llena salía de casa a la madrugada y corría hasta el parque del estanque de los peces esperando que todo fuera un sueño. Pero nadie le decía <corre más rápido>, ya no corría con nadie, se había quedado sola.

Entonces llegaba, se acercaba al estanque y, llorando, susurraba un <¡Eres increíble!> idéntico al de aquella noche para que, estuviera donde estuviera, sólo Diego pudiese escucharla. Se quedaba mirándola, pensaba lo curioso que resultaba el hecho de que hubiera un nenúfar en la Luna y se giraba esperando que él estuviera mirándola y sonriendo al ver lo feliz que era... pero no era así, ninguna vez más fue así.


Día a día, semana tras semana iba pasando el tiempo, hacía más de diez meses que Diego había muerto, y Clara continuaba, cada Luna llena visitando el estanque, destrozándose, al mismo tiempo, un poco más por dentro. 
Le repetían continuamente que se olvidara de la Luna, del parque del estanque, de todo eso que hacía y que solo le hacía daño, insistían en que no le aportaba nada, solo dolor y, entonces ella, se ponía a la defensiva, rompía a llorar y repetía que ellos no sabían lo que sentía, que no entendían que perder a Diego fue quedarse sin una parte de ella, que perderle a él había supuesto un giro completamente para el que no estaba preparada y, es que un año es poco, muy poco tiempo para afrontar todo lo que le había pasado, para afrontar la pérdida de alguien como él.


Una de aquellas noches, justo el 20 de Diciembre del año siguiente, Clara se disponía a salir de casa, llegar al parque y repetir la rutina que llevaba tanto tiempo haciendo. 
Cuando estaba en la puerta, notó frío, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando escuchó la voz de diego diciendo <¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.



No hay comentarios:

Publicar un comentario