jueves, 13 de diciembre de 2012

Reediciones II

Un nenúfar en la luna:


En esta noche de Luna llena me gustaría recuperar mi vieja libreta y contarle un cuento al cielo.
En voz bajita y a oscuras, mirando las estrellas, buscando la que más brille, buscando la tuya. Contarte un cuento a ti, pequeña Ginna, como siempre, uno que solo sea tuyo, uno que solo sea mío.
Uno que te devuelva aquí.

“Aquella noche era demasiado fría para ser abril, pero ahí estábamos los dos, en las tumbonas, observando la Luna, hablando de locuras futuras, planeando un millón de cosas por hacer, recordando historias inventadas, siendo invencibles.

-Oye Max, ¿sabías que yo siempre he querido pasear por la Luna? ser Astronauta, verla de cerca… ya sabes todas esas cosas.
Yo me reí, como siempre que me contabas alguno de tus sueños imposibles, aunque a ti eso no te hacía mucha gracia.
-¿Por qué te ríes? ¿Tú no tienes sueños imposibles o qué?
-Sí, claro que sí. Yo siempre he querido ser como Papá-Noel. Para hacer feliz a los niños y devolver la ilusión a los mayores.

Y los dos nos miramos y supimos que en ningún otro sitio seríamos más felices que allí arriba.

-Escucha, cielo ¿quieres ver algo maravilloso?
Y sin darte tiempo a contestar, te cogí de la mano y salimos a la calle.

Recuerdo que durante todo el trayecto ibas farfullando y gritando que te soltara, que no te gustaban las sorpresas… y yo no podía parar de reír. Siempre me reía de ti, de tus cosas y de tus manías.
Me hacía gracia la forma en que andabas, o cómo corrías.
Tu forma de hablar o de chillarme cuando nos enfadábamos… pero sobretodo adoraba hacerte rabiar, porque te ponías de morros y estabas preciosa.

Unos quince minutos después, llegamos al Parque del Estanque.
Tú preguntaste qué hacíamos allí, yo contesté que las sorpresas hay que disfrutarlas.
Y caminamos hasta el estanque, vimos los pececitos nadar y apareció ante nosotros la Luna.
-Acércate, Ginna. Tócala.
Tus ojos brillaron intensamente y me susurraste un ¡Eres increíble! al oído, tan tierno y cálido que sólo fue nuestro.
Te acercaste más, parecías la persona más feliz del mundo.
Tocaste el agua y la Luna se enturbió.
De pronto regresaste a los cinco años.
Eras como una niña pequeña que no puede dejar de sonreír.
Y yo, bueno yo me sentí un verdadero Papá-Noel, llevando regalos a los más pequeños y devolviendo la ilusión a los mayores.
La Luna se dibujó otra vez ante nosotros y un nenúfar se posó en su reflejo y, mientras volvía a emborronarse,  tú dijiste: -¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.

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