domingo, 6 de marzo de 2016

Conversaciones trasnochadas con el lado frío de la almohada I.

- Siempre te recuerdo a la misma hora, mientras cierro los ojos y voy quedándome medio dormida.
Sueño con tus manos cogiendo las mías y llevándome a lugares donde no he estado jamás; Volamos al espacio como dos cosmonautas perdidos y en un planeta desierto encontramos una flor que se resiste a morir como el resto hicieron antes.

En un abrir y cerrar de ojos hemos dado un salto espacio-temporal y ahora estamos en la playa y, mientras tú duermes al sol, yo lanzo al mar un mensaje embotellado, que será mitad olvidado y mitad por la sal borrado: "Ojala perderme entre las nubes de tu pelo y al besar tu espalda me absorba el triángulo de las bermudas que forman tus bonitas pecas."

Y ahora que hemos vuelto a la habitacion de este hotel solo quiero que abras los ojos para encontrar en ellos todo lo que yo creo que no tengo.
Para verme reflejada en tu mirada y admirar tu sonrisa matutina cuando yo si quiera soy capaz de decir buenos días.
Ojala beber de tus labios y besarte hasta que me excomulguen.
Ojala...

Pero siempre suena el despertador, la jodida señal de vuelta a la realidad, donde abro los ojos y no estás.

Nada es real y otra vez me gustaría que la vida onírica pudiera quedarse a jugar un rato más.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Breve reflexión de un día de lluvia

Hoy he despertado con el cielo cubierto de metal;
Estaba lloviendo, todo era triste, quizá porque los ángeles ya saben que lo nuestro ha terminado.
Estaba lloviendo, todo era gris, quizá porque el Sol, la luna y las estrellas están demasiado tristes para brillar.
Cielo cubierto de metal.

Las nubes lloran, los pájaros han dejado de cantar;
El invierno de nuestra vida no ha hecho más que comenzar.
Las nubes lloran.

Un café amargo, unas tostadas quemadas y un periódico que ya no hablaba de nosotros.
Un impulso inexplicable de saltar en los charcos, con tus viejas botas de agua y un estúpido paraguas amarillo.
Tan estúpido era saltar como seguir esperándote, y ahí estaba yo haciendo ambas cosas.
¡Qué curioso ésto de las conexiones, malas conexiones, cerebrales que nos llevan a hacer estupideces!
Saltar en los charcos.
(Des)Esperar.

Las nubes lloran y gota tras gota, la lluvia ha mojado mi cara, ha calado mis huesos.
Hipotermia en el alma.
He sentido miles de cosas anónimas pero no miedo.
No tenía miedo de lo que pudieran pensar de una pobre niña loca que salta y se deja mojar.

Y ahí, a punto de morir de frío, he llorado.
Bajo la fina lluvia porque dicen que la tristeza parece más pequeña bajo la tormenta.
Mentiras.
Todo son mentiras.
Mis lágrimas se han sincronizado con la lluvia hasta que finalmente la tormenta ha llegado, trayendo consigo unas horribles ganas de acurrucarme a tu lado.

He corrido a casa, nadie ha venido a recibirme excepto la fría nada.
Y ahora ya en la cama, con las persianas bajadas y las gotas repiqueteando fuerte en ellas, la mañana se hará noche y ¿quién sabe? quizá la noche se haga eterna.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Poesía liberadora V



La lluvia que les oxidó el corazón.


La lluvia que les oxidó el corazón cayó en diciembre
Porque diciembre fue el mes de la felicidad comprimida en días
Y los días siempre fueron de vino y rosas
Aunque la mayoría de esas rosas tuvieran espinas
Y las espinas se clavaran por siempre en sus vidas.

Vidas, que siempre fueron paralelas
Allí parecieron cobrar un sentido
Que se perdía cuando estaban juntos.
Aunque estar juntos nunca fue el plan

Intentarlo cabreó a todos los Dioses del Olimpo
Desde Atlas, que dejó caer el mundo a sus pies
A Zeus que los atravesó con su rayo.
Fue tal el caos, que Cronos decidió parar el tiempo.

Las palabras pesaban al ser pronunciadas
Quizá porque ella no sabía decirlas
O tal vez era él quien no quería saberlas.
Eran palabras que no necesitaban ser dichas
Porque hay cosas que de sobra son sabidas.

Y aunque ella confesó
Y el afirmó,
Nunca llegaron a suceder
Y se dejaron perder.


Y la lluvia caída les oxidó el corazón

Perdieron el tiempo
Yendo detrás de segundos
Y los segundos se hicieron amores de camas.
Las camas fueron rings de combate
Y lucharon cuerpo a cuerpo, como gladiadores
Por no perder la vida

Perdieron la cuenta de todos los besos que se debían
Y de las palabras que nunca decían.
Y pasaron más de cincuenta amaneceres solos.
Perdieron días, semanas y estaciones

Lo perdieron todo
Excepto el tiempo pasado.
Lo perdieron todo
Excepto las ganas de volver al lado.

Y así, se volvieron a ver
En la playa que los vio nacer,
Crecer
Enamorarse.

Pero a veces, las ganas no son suficientes

Ella vivía en un diciembre constante
El de la felicidad comprimida
Las rosas, las espinas.
Todo lo malo.
Ella era la lluvia
Y el óxido de su corazón.

Él habitaba en su maldita indecisión
Y en sus te quiero, siempre a medias.
Nunca volvió a decirlo.

Su historia de amor
Nunca fue de amor realmente.
Porque su historia
siempre sería un delirio insano.

Y al final, volvió diciembre
Y de tanta lluvia como trajo,
Rompió su corazón en mil pedazos.
Asegurándose de que nunca más fueran algo
Que nunca estuvieron destinados a ser.

martes, 12 de mayo de 2015

POESÍA LIBERADORA IV

Y me pongo a pensar
y hasta nos puedo imaginar.
Sí, a ti y a mí
juntos, de la mano
y paseando por las calles de esta ciudad.
O de cualquier otra.
¿Eso a quién importa?

Y me pongo a soñar
y hasta nos puedo pensar
juntos de la mano
y tumbados en el césped de este parque.
O de cualquier otro.
Viendo el cielo nublarse, porque la tormenta llegará mañana.
Aunque en esta ciudad, nunca llueva.

Y sueño
pienso
imagino.

Nos vuelvo a soñar
y otra vez nos puedo imaginar
juntos de la mano
y besándonos en plena calle.
Me pongo a observar
y no hay nadie más aquí: Los coches se han congelado y las pocas personas que nos rodean, poco me importan ya.
Y me da por bailar
y te da por reír
Y mientras tanto vamos elevándonos, al compás del viento que nos lleva, como si fuéramos hojas caídas en pleno otoño.

Y duermo
y sueño
e imagino.

Y ahora me pongo a pensar
y nos puedo imaginar
queriéndonos hasta el fin de nuestros días;
queriéndonos en cada atardecer eterno.
Y hasta nos puedo imaginar.
Sí, a ti y a mí
dejando de ser solitarios,
cobardes corazones.

Y es que si me pongo a pensarnos ya sabes que mi imaginación no entiende de límites.
Pero otra vez me acuesto a dormir.
Y ahora nos puedo soñar:
A ti, diciendo lo que siempre dices; Callando lo que jamás gritarás.
A mí, diciendo lo que siempre callé; Besando tu frente.
A nosotros, despidiéndonos sin más, en el mismo lugar donde todo empezó.

Y es que aunque nos imagine perdiendo el miedo, siempre seremos eso, estúpidos,
cobardes corazones.

Y me acuesto a dormir, quiero soñarte por última vez, pero ya sabes, no lo conseguiré.

lunes, 11 de agosto de 2014

Poesía liberadora III

-SOMOS-

-Y, ¿qué somos? Preguntas
Y entonces yo no sé qué responder.

-¿Somos lo que vivimos?
Sí, pero hasta que no decidimos, también lo que podríamos vivir; Somos todo aquello que sentimos y todo lo que jamás adivinaríamos.
Si me apuras, hasta podríamos ser los mejores recuerdos de alguien;

Lo que tenemos y lo que siempre nos faltó, como el tiempo.
El que pasamos amando y el que dejamos escapar, también.

Creo que podríamos ser felices, o terriblemente crueles. Como la música.
                La que escuchas para dormir y la que suena mientras haces el amor.

No sé qué somos, ni qué seríamos si fuésemos otras personas.
A lo mejor seríamos amigos, los mejores del mundo.
                Sí, creo que podríamos ser amistad. Una que supere fronteras y pruebas. Y años.
O quizá seríamos amantes, los más furtivos del planeta.
                Escondidos, paseando frente a todos.
    Riendo al viento.

Somos una palabra capicúa, un número impar, una ecuación sin solución;

Tal vez seamos todo lo que amamos y, ¿para qué mentir? También las personas que odiamos, a las que perdemos y todas las que nos dejaron antes.
Somos quien siempre nos acompañará, de quien no podemos escapar; Somos fáciles, como sumar y tan difíciles de explicar cómo los sentimientos.
Somos todo lo que queramos ser, pero también lo que nos permiten ser.
                Libertad comprimida en pequeños frascos; Salvajes fieras domadas.

Buenos, como un consuelo en el momento justo: Peligro, como un abismo lleno de nosotros.
Probablemente seamos miedo a tantas cosas, que nunca seremos paz.

No somos medios, tampoco completos y creo que solos no sobreviviríamos, pero juntos menos aún, en eso no quiero engañarte.
Somos los buenos días de alguien, que fue nuestra mejor noche;
                El frío arropado por el calor que recibimos.

Somos tantas cosas, que no sé qué somos realmente.

De lo que si estoy segura es de que no somos una ruta determinada.
                Somos mapas sin marcar, donde perderse es la mejor forma de encontrarse.
¡Qué se joda Hume! Somos casualidades, no causalidades.
Porque somos futuro, azar y eso es impredecible, como nosotros.
Sí, quizá sólo seamos eso, impredecibles.


martes, 6 de mayo de 2014

Ideas desordenadas


Relámpagos, truenos, rayos y enseguida empieza la tormenta, me duele la cabeza y no puedo pensar más.
Mi cama vacía y deshecha, un poco como mi vida últimamente; Mi habitación patas arriba, mi casa ardiendo y yo sentada, viendo la vida pasar, sin poner orden, sin extinguir este fuego interno que me recuerda que te marchaste sin despedirte.


Otro trueno.
Me gusta la lluvia, salir a correr bajo su protección, inspirar y fotografiar su aroma en mi cabeza; Alzar el vuelo y empaparme de vida; Llorar sin que me vean, reír sin más, saltar eufórica y sentarme a escuchar como golpea, delicadamente primero y con rabia después, en el cristal de mi mente.


Me gusta ver llover.
Me gustan las tormentas pero me asustan cuando llegan a mi cabeza y aparezco desprotegida.
Sin tu abrazo nocturno. Sin tu saludo vespertino. Sin observarte mientras duermes mi vida no es igual.
No soy tan fuerte como crees, no cuando se trata de ti.

Eres el resplandor del sol colándose por las rendijas de mi ventana y atravesándome de pleno el pecho hasta acabar incrustado en mi corazón de hielo que no desearía dejar de latirte nunca.


Mi cabeza.
Eso ya es otro tema, la tormenta  anuncia noches azules de insomnio. Noches en vela escribiendo cartas sin destinatario concreto.
Antes eras tú.
A ti te escribiré todas las noches cartas que luego quemaré

El fuego.
El fuego purifica lo que siento por ti, que ya no es sano.
Es una droga de la que no quiero desengancharme, aunque mi cabeza te odie.
Sí, te odia con todas sus fuerzas porque irracionalmente eres quien jamás querría ser; Eres quien me hace llorar y gritar y enfadarme y no comprender; Lucha interna que me lleva a alejarme de ti cuanto más te quiero.

No quiero quererte.
Me asusta tanto sentir, que no puedo permitírmelo.

Dejarte.
Dejarte quiere mi cabeza, pero mi corazón explota y envía mariposas a mi sistema nervioso cada vez que sé que te tengo; Cada vez que sé que me tienes.

No.
No puedo quererte, pero lo hago.
Sé que no eres bueno para mí, pero ya es tarde.
Ahora ya no va por ti.
Ahora sé que ya no hay vuelta atrás, que lo nuestro es imposible.

Antes.
Solía buscarte lloviendo y jugar a ser inmortales e infinitos.
¿Dónde quedó todo aquello?; Dime, ¿Fue de verdad?, ¿Lo soñé todo?; ¿Por qué cada vez te veo más lejos y sin embargo, te sigo sintiendo tan cerca?; ¿Qué falló?, ¿Qué ocurrió?; ¿Cuándo dejamos de ser un único Dios para convertirnos en completos aliens de distintos planetas?

Te echo de menos.
Irremediablemente estás enganchado a mi corazón con recuerdos afilados, sueños rotos y futuros borrosos que no eran de verdad.
No es justo porque el silencio que nos separa es abismal y me lanzaré a él en cualquier momento.
-Nada de lo que nos ocurrió fue justo y sin embargo, pasó – dices- porque a veces pasan cosas injustas a gente buena.

Destino.
No se puede luchar contra lo que ya está escrito y el destino, las injusticias y la muerte lo están.

“Estamos predestinados a fracasar.
Todos los días fracasa alguien.
Alguien que quiere escalar un ochomil y se queda a mitad camino; Alguien que suspende el examen más importante de su vida; Alguien que pone sus expectativas en la luna y ésta le falla.
No podemos pararlo, el destino es una máquina veloz que maneja nuestras vidas; Las injusticias nos persiguen y nos alcanzan, como lo hará la muerte. Reconoceremos que no éramos tan infinitos ni tan invencibles como creímos.

Somos efímeros.
Efímeros animales, desprotegidos, en busca de quien nos complete y nos cubra con sus brazos.
A eso dedicamos nuestra vida. A buscar. A perder.
Aprendemos a buscar aquello que necesitamos pero cuando lo encontramos, nadie nos enseña a perder, porque perder es más complicado.
Perder es más personal, nadie puede enseñárnoslo porque cada persona es un mundo y cada mundo es su propia historia.
Historias a base de encuentros, búsquedas, injusticias; alegrías, decepciones; Pérdidas.

Pérdidas que debemos aprender a sobrellevar solos porque en ese momento nos encontraremos totalmente aislados del conjunto.”

martes, 18 de febrero de 2014

POESÍA LIBERADORA II


VERSOS LIBRES

Otro día muerto, noches insomnes.
Horas corriendo y el tiempo que no pasa,
los días descontándose y yo aquí, inmóvil como una estatua de sal.

Sal que cura mis heridas,
heridas que ya no duelen, queman,
que dejan huella.
Heridas que no quieren cicatrizar.

Cicatrices infectadas que escuecen, que esconden recuerdos.
Recuerdos malos, recuerdos viejos que atraen tormentas.
Tormentas que llueven, para-rayos que no sirven de nada y yo.
Y yo, sigo aquí, como la estatua de sal en la que tú me convertiste.
Tormentas que llueven, que cortan.
Tormentas que me desvanecen, que matan.
Muertes inservibles, muertes injustas.
Y tú, a mi lado
y yo, contigo.

Y yo, despierto en el infierno y pacto con el diablo.
Y tú, como Dante en su "Divina comedia", volverás a rescatarme.
¿Rescatarme de quién? Si eres tú mi guerra.
Guerra que no termina,
guerra de palabras.
Palabras que, como granadas, caen entre nosotros,
derribando nuestros muros.
Nos apuñalan el alma como punzantes cuchillos.
Palabras que dilapidan confianzas, guardadas como trofeos.
Trofeos que no dan la victoria.
Vencedores vencidos.

Y yo, cosiendo y descosiendo mi corazón a tu antojo.
Y tú, sanando y destruyendo, todo a la vez.
Y yo, alma blanca, alma negra.
Y tú, rayo que no cesa; iluminando y robando el sol.
Y tú, a mi lado, compañero perfecto de noches insomnes,
sueño recurrente y pesadilla aterradora.
Y yo, vacía de estrellas, llena de lluvia.
Lluvia directa al corazón, que moja mi cama.
Y yo, hada helada, hada inerte a merced de tu voluntad.
Y tú, me elevas, me dejas caer.

Caída libre desde ninguna parte, a ningún  momento, a ningún lugar.
Y de nuevo, la nada.
Y vuelven los días muertos, vacíos, los cigarrillos a media noche;
Y vuelve el café para dormir, las musas y esas ganas horribles de odiarte.
Y vuelve todo:
Los mismos sentimientos encontrados, las terapias de grupo y la meditación.
Y vuelve la primavera, las musas y esas ganas horribles de quererte.
Y vuelve todo y con todo, tú.

Tormenta perfecta de verano;
Botella lanzada al mar;
Golondrina anidando en mi balcón.
Así volverás.

El mundo, redondo y yo, corriendo para no encontrarte,
para evitar que me transformes en estatua de sal.
El mundo, redondo y yo desapareciendo.
Y nosotros, dando la vuelta al mundo, juntos, en direcciones opuestas.
Y yo, esperando que no me encuentres o encontrando otro pretexto para esperarte.
Desesperarme, oír la tormenta acercarse, saber que el fin llegará mañana.
Llegará con tus excusas, con tus palabras versando, como si te hubiera preguntado.
¿Preguntado el qué? ¿De quién te vengabas?
Venganzas frías, camas calientes, tentaciones irrefrenables.
Y tú, mi debilidad.
Y yo, tu debilidad.

Porque me quieres, pero como se quieren todas las cosas que se están perdiendo.
Perdiendo, como se pierde la esperanza, como lo hace, también la ilusión.
Rompiendo sueños, estrellando nuestros días contra el calendario.
Luchando juntos, espalda con espalda, pero por separado.
Luchando contra nosotros, contra nuestros monstruos.
Y yo, estatua de sal
y tú, estatua de piedra.
Una más en mi camino, una china que molesta en mi zapato;
Todas las que lancé a mi tejado y me sepultaron, todas las que lanzaste y rompieron mis ventanas.
Ventanas rotas, cristales que llueven, lluvia que corta.
Y tú, mi veneno
Y yo, mi enemigo.

Porque te quiero, aunque no me quieras.
Porque te quiero, como se quiere a las personas a las que no importas.
Amor enfermo, que duele más que cura.
Amor contaminado de quererte y odiarte,
de odiarte cuando no me buscas,
de buscarte cuando ya no estás.
De encontrarte en mi camino cuando ya te he olvidado.

Y tú, mi dulce noviembre
Y yo, octubre
Y nosotros, reversibles, infinitos.
Infinitos como la noche que se convirtió en Abril.
Y tú, mi Estocolmo
Y yo, tu Munchausen 
Y nosotros retales de una vida juntos, pero solos.

Solitarios corazones en busca de una playa donde morir;
Solitarios en busca de iguales con los que sentarse a solas.
A solas, compartiendo silencios.
Silencios que lo cuentan todo;
Y yo, silencio que grita mis ganas de volar para siempre,
Y tú, silencio apagando tus ganas de danzar al viento.
Y nuestros silencio dinamitando vidas.
Vidas en paralelo, que jamás se cruzarán.
Vidas sin sentido; Vidas por decreto.
Vidas saltando al vacío.