¿Recuerdas aquel día que llorabas desconsoladamente porque una medusa te había picado?
Es probable que no.
Pero yo sí lo recuerdo, habían más niños jugando en la arena, ignorando que el mar estaba lleno de peligros, entre ellos las medusas.
Entonces tú saliste corriendo del agua, llorando y buscando a tu mamá.
Levantando montañas de polvo a tu paso y llenando las toallas de los turistas de molesta arena de playa.
Tú no eras consciente de ello, porque sólo podías pensar en que alguien te consolara, y si era tu mamá, mejor.
Entonces llegó el socorrista para ponerte una pomada que aliviara tu dolor y entre risas, al ver tu cara toda roja del sol y de las lágrimas dijo:
-¡Mira que has tenido mala suerte, has tocado la medusa por la parte del veneno!
Tú no entendías la gracia, ni porque se reía y eso te enfurecía aún más.
Él mientras tú continuabas llorando dijo que no te enfadaras con él, que no se reía de ti, lo que pasaba era que las medusas son el 98% agua y el 2% veneno.
Y que siempre daba la casualidad de que la gente las tocaba por el lado del veneno.
Ahora estarás leyéndolo mientras te preguntas y ¿ésto a qué viene?
He recordado los porcentajes de maldad de las medusas, me he dado cuenta de que realmente, no es muy grande, y que es muy parecido al de maldad humana.
Las personas tenemos un porcentaje de agua sobre el 60 o 70%, el resto es maldad.
Ya es mala suerte, dar únicamente con el veneno de las personas.
Pero es cierto, tenemos tan mala suerte como los niños en el mar, sólo tocamos el lado del veneno, porque nos resulta imposible encontrar el agua, a pesar de tener tanta.
Este veneno no nos produce heridas visibles, ni dolor físico.
Me atrevería a decir que es muchísimo peor el veneno humano que el de las medusas, las pobres, que ni siquiera pueden fumar.
Cuando damos de bruces con el veneno humano, nos paralizamos y nos quedamos inmóviles, intentamos reaccionar pero nos resulta muy difícil hacerlo.
Y, como a ti cuando eras pequeña, te entra el miedo de volver a entrar en el mar, por si la medusa vuelve a envenenarte.
Pero ¿Sabes qué te digo? que aunque el ser humano te envenene muchísimo más que la medusa, te haga más daño y te convierta en una niña pequeña, incluso cuando tengas más de cuarenta, debes mantener la esperanza de encontrar un día una medusa y tocarla por el lado bueno"
viernes, 30 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
Tus pies fríos
Hace mucho que pasó.
Demasiado tiempo, diría yo.
Pero ¿Sabes qué, pequeño?
Que he dejado de llorar.
Mi corazón ha dejado de estar triste y ha comenzado a sonreír otra vez.
Quizá te eche de menos en múltiples ocasiones pero tu ausencia ya no me hace desesperar ni rabiar.
Ahora sólo siento felicidad de haber aprendido a vivir sin tu calor y sin tu hombro, sin tu dulce sonrisa y tu tierna voz susurrándome continuamente que me amaba locamente, durante todas esas noches que nos prometían el cielo.
No es rencor, es agradecimiento lo que siento al recordar tu carita al despertar.
La misma que, con una simple mirada, me pedía que no me separara nunca de ti.
Yo no lo hubiera hecho, sé que tú tampoco.
Al menos no por nuestra propia voluntad.
Un día me di cuenta de que nuestro mundo giraba en direcciones opuestas, tú mirabas a tu propio ombligo y yo, en fin, yo no sabía lo que quería, excepto a ti.
Cuando te encontré, detrás de mí, supe que la tormenta había llegado y que todo nuestro universo no sería para siempre.
He perdido la cuenta.
La noción del tiempo.
De hecho, todo lo que recuerdo es nuestro banco.
El recuerdo de cuando nos conocimos, está borroso.
El de cuando te perdí, ni siquiera sé en qué parte de mi cabeza se encuentra.
Hace mucho que decidí apartarlo de mi mente.
Dime ¿Tú recuerdas cuándo sucedió?
Puede que lo único que recuerde con la misma claridad sean tus pies fríos al contacto con los míos durante esas noches dónde tú eras capaz de hacerme pasear por el espacio sin salir de nuestra cama.
Dime ¿Tú lo sigues recordando?
Demasiado tiempo, diría yo.
Pero ¿Sabes qué, pequeño?
Que he dejado de llorar.
Mi corazón ha dejado de estar triste y ha comenzado a sonreír otra vez.
Quizá te eche de menos en múltiples ocasiones pero tu ausencia ya no me hace desesperar ni rabiar.
Ahora sólo siento felicidad de haber aprendido a vivir sin tu calor y sin tu hombro, sin tu dulce sonrisa y tu tierna voz susurrándome continuamente que me amaba locamente, durante todas esas noches que nos prometían el cielo.
No es rencor, es agradecimiento lo que siento al recordar tu carita al despertar.
La misma que, con una simple mirada, me pedía que no me separara nunca de ti.
Yo no lo hubiera hecho, sé que tú tampoco.
Al menos no por nuestra propia voluntad.
Un día me di cuenta de que nuestro mundo giraba en direcciones opuestas, tú mirabas a tu propio ombligo y yo, en fin, yo no sabía lo que quería, excepto a ti.
Cuando te encontré, detrás de mí, supe que la tormenta había llegado y que todo nuestro universo no sería para siempre.
He perdido la cuenta.
La noción del tiempo.
De hecho, todo lo que recuerdo es nuestro banco.
El recuerdo de cuando nos conocimos, está borroso.
El de cuando te perdí, ni siquiera sé en qué parte de mi cabeza se encuentra.
Hace mucho que decidí apartarlo de mi mente.
Dime ¿Tú recuerdas cuándo sucedió?
Puede que lo único que recuerde con la misma claridad sean tus pies fríos al contacto con los míos durante esas noches dónde tú eras capaz de hacerme pasear por el espacio sin salir de nuestra cama.
Dime ¿Tú lo sigues recordando?
sábado, 24 de marzo de 2012
Confesiones a mi pequeña Ginna
Nunca llegué a comprender cómo funcionaba su cabeza, ni tampoco qué cosas le quitaban el sueño.
Fui su compañero durante toda la vida y no logré descifrarla.
Lo que descubrí de ella no se acercaba ni al cinco por ciento de la totalidad de sus pensamientos, así y todo conseguí quererla y amarla como no lo había hecho con nadie.
Quizá fue la intriga por saber eso que ocultaba celosamente al resto de mortales; tal vez el brillo de sus ojos azules que, a pesar de reflejar la luna en ellos, no dejaban entrever todo su mundo interior, o quizá fue mi "masoquismo sentimental" lo que me llevó a enamorarme locamente, lo que me llevó a no poder pasar ni un solo segundo sin su compañía, que no es que fuera realmente fructífera para mi empeño de descubrirla.
Nos lo pasábamos muy bien juntos: Las mañanas en los parques eran inolvidables y las noches... las noches eran de incendio.
Pero toda esa atmósfera se rompía al abrir el baúl de sus recuerdos.
Se volvía una persona completamente diferente a quién yo me había enamorado: Una especie de Dr. Jeykill & Mr. Hyde, pero eso no impidió que una parte de mí empezara a desear al Mr. Hyde que mi pequeña Ginna llevaba dentro.
No llegué a confesarlo. No encontré la oportunidad.
No supe escoger ni el momento ni las palabras con las que decirle que me había acostumbrado a su lado oscuro al que, sin querer, iba acercándome peligrosamente.
Ahora ya es tarde, no hay tiempo para arrepentimientos, ni tampoco para una estúpida confesión que, como mi pequeña Ginna diría, era la de un artista de mierda.
Eso es cierto, nunca le gustaron mis cuentos, ni mis reflexiones ni mucho menos mis confesiones.
Quizá fuese porque nunca las leía y en sus últimos años ni siquiera entendía de qué iban todas ellas.
Tal vez porque realmente fui un artista de mierda, bastante sobrevalorado.
Pero quizá para lo que sí quede tiempo sea para confesar que a mí tampoco me gustaron jamás las cosas que escribí, ni tan solo sabiendo que el destinatario de todas ellas fuera ese Mr. Hyde que mi pequeña Ginna escondía, que sacó lo peor de mí y logró que me convirtiera en lo que soy ahora: Un viejo escritor de mierdas para un público prácticamente inexistente ahora que el alzheimer se ha llevado a mi pequeña Ginna y con ella a la fuente de todas mis inspiraciones; Al causante de mis desvarios en estos últimos años; Al productor de las geniales mierdas que fui capaz de crear cuando esos ojos azules, reflejaban la la luna en ellos y me miraban y yo lograba ver todo mi potencial escondido allí, junto a su lado oscuro.
Tal vez a mí no me quede tiempo de confesarle a mi pequeña Ginna que hubo alguien a quien amé más que a ella, pero para lo que sí quedó tiempo antes de que todo ésto sucediera y me quedara solo con mis viejos cuentos infantiles para adultos, fue para que mi pequeña Ginna me mostrara la luna una vez más y me dijera: "Sólo tú sacaste lo peor de mí. Me alegro de que hicieras grandes cosas con ello".
Y tras ese momento de lucidez que algunos doctores llaman memoria retrospectiva sus ojos se apagaron y dejé de ver el cielo en su mirada, dejé de sentir a mi pequeña Ginna y supe que mi escaso prestigio se había esfumado, que mis quince minutos de fama habían pasado y que jamás encontraría a otro Mr. Hyde que me hiciera vivir y amar mi trabajo tanto como el que mi pequeña Ginna escondía.
Fui su compañero durante toda la vida y no logré descifrarla.
Lo que descubrí de ella no se acercaba ni al cinco por ciento de la totalidad de sus pensamientos, así y todo conseguí quererla y amarla como no lo había hecho con nadie.
Quizá fue la intriga por saber eso que ocultaba celosamente al resto de mortales; tal vez el brillo de sus ojos azules que, a pesar de reflejar la luna en ellos, no dejaban entrever todo su mundo interior, o quizá fue mi "masoquismo sentimental" lo que me llevó a enamorarme locamente, lo que me llevó a no poder pasar ni un solo segundo sin su compañía, que no es que fuera realmente fructífera para mi empeño de descubrirla.
Nos lo pasábamos muy bien juntos: Las mañanas en los parques eran inolvidables y las noches... las noches eran de incendio.
Pero toda esa atmósfera se rompía al abrir el baúl de sus recuerdos.
Se volvía una persona completamente diferente a quién yo me había enamorado: Una especie de Dr. Jeykill & Mr. Hyde, pero eso no impidió que una parte de mí empezara a desear al Mr. Hyde que mi pequeña Ginna llevaba dentro.
No llegué a confesarlo. No encontré la oportunidad.
No supe escoger ni el momento ni las palabras con las que decirle que me había acostumbrado a su lado oscuro al que, sin querer, iba acercándome peligrosamente.
Ahora ya es tarde, no hay tiempo para arrepentimientos, ni tampoco para una estúpida confesión que, como mi pequeña Ginna diría, era la de un artista de mierda.
Eso es cierto, nunca le gustaron mis cuentos, ni mis reflexiones ni mucho menos mis confesiones.
Quizá fuese porque nunca las leía y en sus últimos años ni siquiera entendía de qué iban todas ellas.
Tal vez porque realmente fui un artista de mierda, bastante sobrevalorado.
Pero quizá para lo que sí quede tiempo sea para confesar que a mí tampoco me gustaron jamás las cosas que escribí, ni tan solo sabiendo que el destinatario de todas ellas fuera ese Mr. Hyde que mi pequeña Ginna escondía, que sacó lo peor de mí y logró que me convirtiera en lo que soy ahora: Un viejo escritor de mierdas para un público prácticamente inexistente ahora que el alzheimer se ha llevado a mi pequeña Ginna y con ella a la fuente de todas mis inspiraciones; Al causante de mis desvarios en estos últimos años; Al productor de las geniales mierdas que fui capaz de crear cuando esos ojos azules, reflejaban la la luna en ellos y me miraban y yo lograba ver todo mi potencial escondido allí, junto a su lado oscuro.
Tal vez a mí no me quede tiempo de confesarle a mi pequeña Ginna que hubo alguien a quien amé más que a ella, pero para lo que sí quedó tiempo antes de que todo ésto sucediera y me quedara solo con mis viejos cuentos infantiles para adultos, fue para que mi pequeña Ginna me mostrara la luna una vez más y me dijera: "Sólo tú sacaste lo peor de mí. Me alegro de que hicieras grandes cosas con ello".
Y tras ese momento de lucidez que algunos doctores llaman memoria retrospectiva sus ojos se apagaron y dejé de ver el cielo en su mirada, dejé de sentir a mi pequeña Ginna y supe que mi escaso prestigio se había esfumado, que mis quince minutos de fama habían pasado y que jamás encontraría a otro Mr. Hyde que me hiciera vivir y amar mi trabajo tanto como el que mi pequeña Ginna escondía.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Mis esperanzas son vanas
Mis esperanzas son vanas,
dejaré de esperar,
me conformaré con lo que me ha tocado y
querré sólo a quien me enseñe a seguir.
Mis esperanzas son vanas,
de eso no cabe duda,
tú las has dejado así,
poco me queda por lo que vivir,
mucho más por lo que llorar.
Mis esperanzas son vanas, sí
pero a pesar de tener mil motivos para llorar
siempre que me quede un mínimo de luz
preferiré vivir.
Te preguntarás si ésto es por ti,
si tú eres la causa de la vacuidad de mis sentimientos,
de mis desmanes, de mis idas y venidas.
Sí.
Te preguntarás si es despecho; o quizá odio
¿La verdad? Dolor
Quizá te lo preguntes,
o quizá muestres la misma indiferencia
que durante estos años mostraste hacia mí.
Mis esperanzas son vanas porque
ya no creo que arregles lo que en años
destruiste;
Porque mi corazón, ya
no soporta tanta desilusión;
Porque he descubierto que nunca fui
la dulce niña de tus ojos,
que tampoco lo seré a partir de ahora.
Mis esperanzas son vanas,
te quiero, y sufro por ello.
Mis esperanzas son vanas,
te quiero, me desprecias.
Me desprecias, hundes mi vida,
hundes mi vida, te quiero aún más.
Mis esperanzas son vanas porque
a pesar de la muerte, de la vida o la suerte,
yo siempre te querré,
pero, cuando sienta tu rechazo
mi corazón se romperá en mil pedazos,
y no lloraré, no
ninguna vez más por ti.
Mis esperanzas son vanas,
porque sé que ese cariño me pertenece;
Mis esperanzas son vanas, porque ese cariño
lo guardas para ti.
Mis esperanzas son vanas
cuando lloro por ti
y no eres quién me consuela.
Mis esperanzas son vanas
porque tú me has convertido en ésto;
porque tú has transformado mi vida
en un círculo vicioso,
del que no logro escapar.
Donde ser feliz ha dejado de ser
un juego de niños.
Mis esperanzas son vanas,
ya no tanto por mí, si no
más por ti, porque tus desprecios
han logrado que yo sea capaz de querer,
de amar, de sentir felicidad.
Y aun que a veces te odie
por el hueco en mi corazón,
no puedo sino, sentir lástima
al ver éso en lo que te has convertido.
Mis esperanzas son vanas.
dejaré de esperar,
me conformaré con lo que me ha tocado y
querré sólo a quien me enseñe a seguir.
Mis esperanzas son vanas,
de eso no cabe duda,
tú las has dejado así,
poco me queda por lo que vivir,
mucho más por lo que llorar.
Mis esperanzas son vanas, sí
pero a pesar de tener mil motivos para llorar
siempre que me quede un mínimo de luz
preferiré vivir.
Te preguntarás si ésto es por ti,
si tú eres la causa de la vacuidad de mis sentimientos,
de mis desmanes, de mis idas y venidas.
Sí.
Te preguntarás si es despecho; o quizá odio
¿La verdad? Dolor
Quizá te lo preguntes,
o quizá muestres la misma indiferencia
que durante estos años mostraste hacia mí.
Mis esperanzas son vanas porque
ya no creo que arregles lo que en años
destruiste;
Porque mi corazón, ya
no soporta tanta desilusión;
Porque he descubierto que nunca fui
la dulce niña de tus ojos,
que tampoco lo seré a partir de ahora.
Mis esperanzas son vanas,
te quiero, y sufro por ello.
Mis esperanzas son vanas,
te quiero, me desprecias.
Me desprecias, hundes mi vida,
hundes mi vida, te quiero aún más.
Mis esperanzas son vanas porque
a pesar de la muerte, de la vida o la suerte,
yo siempre te querré,
pero, cuando sienta tu rechazo
mi corazón se romperá en mil pedazos,
y no lloraré, no
ninguna vez más por ti.
Mis esperanzas son vanas,
porque sé que ese cariño me pertenece;
Mis esperanzas son vanas, porque ese cariño
lo guardas para ti.
Mis esperanzas son vanas
cuando lloro por ti
y no eres quién me consuela.
Mis esperanzas son vanas
porque tú me has convertido en ésto;
porque tú has transformado mi vida
en un círculo vicioso,
del que no logro escapar.
Donde ser feliz ha dejado de ser
un juego de niños.
Mis esperanzas son vanas,
ya no tanto por mí, si no
más por ti, porque tus desprecios
han logrado que yo sea capaz de querer,
de amar, de sentir felicidad.
Y aun que a veces te odie
por el hueco en mi corazón,
no puedo sino, sentir lástima
al ver éso en lo que te has convertido.
Mis esperanzas son vanas.
martes, 13 de diciembre de 2011
Recapitulación de tantas cosas
Ahora si que sí, ahora, Clara ya estaba segura de que su vida era completamente distinta... había perdido muchas cosas durante ese último año tan extraño... había mantenido otras y, como siempre que se pierde algo, había ganado, sí, también había ganado... La vida estaba cambiando para ella y ya no sólo le quitaba sin pensar, si no que le recompensaba por esas pérdidas...
Un año extraño, sí... pero Clara había sacado sus propias conclusiones, esos 365 días le habían servido para aprender que no siempre nos tratan bien, pero que siempre tenemos que sacar nuestra mejor sonrisa para demostrar lo fuertes que somos... y gracias a eso, aprendió que para el día que no pudiera más, la vida le había regalado unas pequeñas golondrinas.
Unas golondrinas que no se irían, que no eran como las de Bécquer, que se quedarían para siempre en tierra firme, no alzarían el vuelo ni se alejarían jamás... que la harían grande durante los días más raros... incluso cuando la nieve se incendiara, esas pequeñas golondrinas, estarían ahí.
Eso si que era extraño... tan extraño como el destino... y es que todo cambia en una fracción de segundo y eso le pasó a Clara... sola, triste y desesperada, dejó de ser imprescindible... pero sin quererlo se convirtió en una pequeña niña imantada que atrajo a esas pequeñas golondrinas, que la vida o el destino le había puesto en el camino y con las que escribiría ese futuro tan invisible e incierto como el traje nuevo del emperador
Un año extraño, sí... pero Clara había sacado sus propias conclusiones, esos 365 días le habían servido para aprender que no siempre nos tratan bien, pero que siempre tenemos que sacar nuestra mejor sonrisa para demostrar lo fuertes que somos... y gracias a eso, aprendió que para el día que no pudiera más, la vida le había regalado unas pequeñas golondrinas.
Unas golondrinas que no se irían, que no eran como las de Bécquer, que se quedarían para siempre en tierra firme, no alzarían el vuelo ni se alejarían jamás... que la harían grande durante los días más raros... incluso cuando la nieve se incendiara, esas pequeñas golondrinas, estarían ahí.
Eso si que era extraño... tan extraño como el destino... y es que todo cambia en una fracción de segundo y eso le pasó a Clara... sola, triste y desesperada, dejó de ser imprescindible... pero sin quererlo se convirtió en una pequeña niña imantada que atrajo a esas pequeñas golondrinas, que la vida o el destino le había puesto en el camino y con las que escribiría ese futuro tan invisible e incierto como el traje nuevo del emperador
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Recuerdos en una caja de latón
A los pies de su cama, la maleta de Clara estaba abierta, con toda la ropa, amontonada, dentro de ella, esperando que alguien pusiera un poco de orden.
Y cada vez que la veía, más bien cada vez que observaba todo a su alrededor lo único que veía era un montón de cosas, cosas sin valor ahora que ya no estaban en su sitio...
Y a pesar de que siempre la habían considerado una persona fuerte, valiente e independiente no podía evitar entristecerse y asfixiarse tan solo con la idea de empezar de cero, otra vez, lejos de todo, lejos de lo único que le hacía feliz día tras día.
Puede que la realidad fuera otra.
Puede que no fuera tan fuerte como todo el mundo creía, que sólo fuera apariencia... Puede que la valentía que le otorgaban no existiera y que solo hubiera aprendido a no llorar con cada golpe... O también podría ser que la independencia que la caracterizaba fuera únicamente la manera de que la gente estuviera con ella...
La realidad podría resultar ser que ni ella misma supiera que no era nada de eso... incluso si no hubiera decidido irse, puede que nunca lo hubiese descubierto.
El día que decidió irse a Inglaterra todo era muy distinto y por eso decidió marcharse lejos, empezar de cero una nueva vida, en otro sitio diferente, lejos de lo que había tenido hasta ahora... Pero las cosas cambiaron demasiado ese último años y ahora tenía infinitos motivos para quedarse, .
Tras superar algunas dificultades una nueva vida se presentaba ante ella... además había conseguido cierta estabilidad junto a Dani y por eso, después de lo que le había costado llegar hasta ahí, se negaba a perderlo todo por esa decisión que había tomado hacía tanto tiempo.
Había días, cuando se acercaba el momento, en que Clara sentía miedo, miedo de irse y alejarse, así, de todo lo que tenía.
La idea de perderlo todo la aterraba y provocaba en ella un estado de ansiedad que no sabía ni como controlar... Entonces su cabeza empezaba a pensar y por mucho que intentara dormir, su mente no la dejaba...y como si funcionara sola comenzaba a dibujar imágenes y mostrar recuerdos de cosas ya pasadas, de momentos ya vividos que hacían que Clara rompiera a llorar una y otra vez, sin conseguir controlarlo... imaginaba todo el tiempo que iba a pasar sin sus sonrisas, ni sus abrazos... imaginaba también todos los momentos que iba a perderse; todos los días que, aun necesitándolos, no iban a poder estar ahí; los días enteros sin oír sus carcajadas... y es que una vez te has acostumbrado a alguien, resulta muy difícil vivir sin esa persona.
Por que a pesar de que nunca le gustó su vida, ese año había pegado un giro enorme que comenzaba a darle la normalidad que necesitaba y sabía que si se iba, todo lo que había ganado durante ese tiempo se perdería, al igual que le pasaría a ella... y si eso pasaba desearía marcharse de allí, escapar a otro lugar... y así continuamente.
Ya pasaban de las tres de la madrugada de una noche helada de diciembre y aun siendo tan tarde, Clara no había conseguido dormir.
Pensaba que en unas semanas ya no estaría allí y le tocaría empezar de nuevo, adaptarse a otra vida, para la que probablemente no estuviera preparada... y mucho menos sola.
<Echaré de menos, sobretodo, el sonido de vuestro silencio; vuestras tonterías y esas cosas insignificantes que me hacen grande>, pensó mientras se acurrucaba entre sus mantas para llorar en silencio.
Y entonces, como un rayo un recuerdo atravesó sus pensamientos y en su cabeza comenzaron a sonar unas palabras que la hicieron recapacitar:
" Si no puedes dormir, te tumbas, dejas de pensar en todo, con la mente en blanco e imaginas que estás en la playa, sola... o en la montaña, disfrutando de la brisa y un paisaje alucinante... Sin escuchar nada más que las olas del mar o el correr del agua de un pequeño río.
Ahora vete a dormir y disfruta del paisaje... por que aun que parezca una tontería, a veces es bueno imaginar que estás en un sitio idílico, sola, sin nadie más... y sin pensar el por qué has llegado, el como ni lo que tienes que hacer allí... simplemente limitarte a disfrutar de la brisa del lugar."
Pensó que ya estaba bien de llorar, tenía que tranquilizarse y empezar a mentalizarse de que se iba, lo tenía todo preparado y no había vuelta atrás.
Aun así, se sentía triste, sola y desesperada así que se levantó de la cama, cogió una manta y el iPod, subió a la terraza y se tumbó en su hamaca paraguaya... se puso la música y se limitó a observar el cielo, imaginando que estaba lejos de allí, de esa terraza, de su casa, de todo eso... y sin darse cuenta su durmió.
Cuando abrió los ojos estaba amaneciendo y Clara se había quedado helada... Decidió volver a su habitación y continuar durmiendo, pero al entrar, se dio cuenta del desorden que había allí... se dio cuenta de la ropa amontonada y la cantidad de fotos, libros y trastos que habían tirados por el suelo, así que decidió ordenarlo todo... para ponerle fin a todo de una vez.
Mientras lo hacía encontró una vieja caja de latón que tenía desde que era una niña, la cual un día desapareció de su vista y a la cual no había vuelto a ver desde entonces.
La alegría y la añoranza aparecieron enseguida... no recordaba el día que la empezó a llenar de cosas, ni tampoco el día que la perdió... ni si quiera recordaba lo que había dentro... pero deseaba abrirla con todas sus fuerzas.
Y cuando por fin la abrió... sería imposible describir lo que Clara sintió... fue como si otra época y otro mundo se apareciera detrás de ella... de esa cajita de latón salieron sus mejores recuerdos... fotos de la infancia, la entrada de su primer concierto, cartas nunca enviadas... souvenirs de viajes...
Esa vieja caja de latón le permitió, incluso, recordar como olía la casa de verano; recordó el color de la infancia e incluso el sonido de la felicidad... empezó a llorar de nuevo... pero ya no era miedo, ni tristeza... era felicidad. Felicidad de haber encontrado sus recuerdos y gracias a ellos revivir sus mejores momentos...
Y aun que el fin de ese año tan extraño estaba cerca y solo el destino sabía que sería de ella y de los demás, encontrar esa caja de latón y con ella volver a su infancia le hizo pensar que quizá ahora, que una nueva etapa empezaba, debía hacer lo mismo.
Debía meter algo de todos ellos dentro de su caja de latón de los recuerdos y llevarla con ella a todas partes, fuera donde fuera y estuviera donde estuviera... ya que de ese modo, cada vez que los echara de menos sólo tendría que abrir la caja y sería como si realmente no se hubiera ido nunca... sería como si nunca se hubiesen separado nunca
Y cada vez que la veía, más bien cada vez que observaba todo a su alrededor lo único que veía era un montón de cosas, cosas sin valor ahora que ya no estaban en su sitio...
Y a pesar de que siempre la habían considerado una persona fuerte, valiente e independiente no podía evitar entristecerse y asfixiarse tan solo con la idea de empezar de cero, otra vez, lejos de todo, lejos de lo único que le hacía feliz día tras día.
Puede que la realidad fuera otra.
Puede que no fuera tan fuerte como todo el mundo creía, que sólo fuera apariencia... Puede que la valentía que le otorgaban no existiera y que solo hubiera aprendido a no llorar con cada golpe... O también podría ser que la independencia que la caracterizaba fuera únicamente la manera de que la gente estuviera con ella...
La realidad podría resultar ser que ni ella misma supiera que no era nada de eso... incluso si no hubiera decidido irse, puede que nunca lo hubiese descubierto.
El día que decidió irse a Inglaterra todo era muy distinto y por eso decidió marcharse lejos, empezar de cero una nueva vida, en otro sitio diferente, lejos de lo que había tenido hasta ahora... Pero las cosas cambiaron demasiado ese último años y ahora tenía infinitos motivos para quedarse, .
Tras superar algunas dificultades una nueva vida se presentaba ante ella... además había conseguido cierta estabilidad junto a Dani y por eso, después de lo que le había costado llegar hasta ahí, se negaba a perderlo todo por esa decisión que había tomado hacía tanto tiempo.
Había días, cuando se acercaba el momento, en que Clara sentía miedo, miedo de irse y alejarse, así, de todo lo que tenía.
La idea de perderlo todo la aterraba y provocaba en ella un estado de ansiedad que no sabía ni como controlar... Entonces su cabeza empezaba a pensar y por mucho que intentara dormir, su mente no la dejaba...y como si funcionara sola comenzaba a dibujar imágenes y mostrar recuerdos de cosas ya pasadas, de momentos ya vividos que hacían que Clara rompiera a llorar una y otra vez, sin conseguir controlarlo... imaginaba todo el tiempo que iba a pasar sin sus sonrisas, ni sus abrazos... imaginaba también todos los momentos que iba a perderse; todos los días que, aun necesitándolos, no iban a poder estar ahí; los días enteros sin oír sus carcajadas... y es que una vez te has acostumbrado a alguien, resulta muy difícil vivir sin esa persona.
Por que a pesar de que nunca le gustó su vida, ese año había pegado un giro enorme que comenzaba a darle la normalidad que necesitaba y sabía que si se iba, todo lo que había ganado durante ese tiempo se perdería, al igual que le pasaría a ella... y si eso pasaba desearía marcharse de allí, escapar a otro lugar... y así continuamente.
Ya pasaban de las tres de la madrugada de una noche helada de diciembre y aun siendo tan tarde, Clara no había conseguido dormir.
Pensaba que en unas semanas ya no estaría allí y le tocaría empezar de nuevo, adaptarse a otra vida, para la que probablemente no estuviera preparada... y mucho menos sola.
<Echaré de menos, sobretodo, el sonido de vuestro silencio; vuestras tonterías y esas cosas insignificantes que me hacen grande>, pensó mientras se acurrucaba entre sus mantas para llorar en silencio.
Y entonces, como un rayo un recuerdo atravesó sus pensamientos y en su cabeza comenzaron a sonar unas palabras que la hicieron recapacitar:
" Si no puedes dormir, te tumbas, dejas de pensar en todo, con la mente en blanco e imaginas que estás en la playa, sola... o en la montaña, disfrutando de la brisa y un paisaje alucinante... Sin escuchar nada más que las olas del mar o el correr del agua de un pequeño río.
Ahora vete a dormir y disfruta del paisaje... por que aun que parezca una tontería, a veces es bueno imaginar que estás en un sitio idílico, sola, sin nadie más... y sin pensar el por qué has llegado, el como ni lo que tienes que hacer allí... simplemente limitarte a disfrutar de la brisa del lugar."
Pensó que ya estaba bien de llorar, tenía que tranquilizarse y empezar a mentalizarse de que se iba, lo tenía todo preparado y no había vuelta atrás.
Aun así, se sentía triste, sola y desesperada así que se levantó de la cama, cogió una manta y el iPod, subió a la terraza y se tumbó en su hamaca paraguaya... se puso la música y se limitó a observar el cielo, imaginando que estaba lejos de allí, de esa terraza, de su casa, de todo eso... y sin darse cuenta su durmió.
Cuando abrió los ojos estaba amaneciendo y Clara se había quedado helada... Decidió volver a su habitación y continuar durmiendo, pero al entrar, se dio cuenta del desorden que había allí... se dio cuenta de la ropa amontonada y la cantidad de fotos, libros y trastos que habían tirados por el suelo, así que decidió ordenarlo todo... para ponerle fin a todo de una vez.
Mientras lo hacía encontró una vieja caja de latón que tenía desde que era una niña, la cual un día desapareció de su vista y a la cual no había vuelto a ver desde entonces.
La alegría y la añoranza aparecieron enseguida... no recordaba el día que la empezó a llenar de cosas, ni tampoco el día que la perdió... ni si quiera recordaba lo que había dentro... pero deseaba abrirla con todas sus fuerzas.
Y cuando por fin la abrió... sería imposible describir lo que Clara sintió... fue como si otra época y otro mundo se apareciera detrás de ella... de esa cajita de latón salieron sus mejores recuerdos... fotos de la infancia, la entrada de su primer concierto, cartas nunca enviadas... souvenirs de viajes...
Esa vieja caja de latón le permitió, incluso, recordar como olía la casa de verano; recordó el color de la infancia e incluso el sonido de la felicidad... empezó a llorar de nuevo... pero ya no era miedo, ni tristeza... era felicidad. Felicidad de haber encontrado sus recuerdos y gracias a ellos revivir sus mejores momentos...
Y aun que el fin de ese año tan extraño estaba cerca y solo el destino sabía que sería de ella y de los demás, encontrar esa caja de latón y con ella volver a su infancia le hizo pensar que quizá ahora, que una nueva etapa empezaba, debía hacer lo mismo.
Debía meter algo de todos ellos dentro de su caja de latón de los recuerdos y llevarla con ella a todas partes, fuera donde fuera y estuviera donde estuviera... ya que de ese modo, cada vez que los echara de menos sólo tendría que abrir la caja y sería como si realmente no se hubiera ido nunca... sería como si nunca se hubiesen separado nunca
jueves, 10 de noviembre de 2011
Un nenúfar en la Luna (#)
-Clara, ¿estás dormida?
Ella se despertó de repente. +¿Qué pasa? Estaba durmiendo.- Contestó ella.
-Es que me gustaría enseñarte algo. Tienes que venir conmigo.
Miró el despertador, eran las tres y media de la madrugada y no entendía que era lo que quería con tanta insistencia.
+Diego, son las tres de la mañana, ¿dónde vamos?
-Abrígate, arriba hace frío.
Iban a la azotea, eso le había quedado bastante claro, pero todavía no sabía que harían allí y como sabía que él no diría nada, dejó de insistir, cogió un par de chaquetas mientras él cogía unas mantas y salían de la habitación.
Él estaba entusiasmado y ella, ella estaba dormida todavía.
Cuando llegaron a la terraza, lo entendió todo.
-Quería enseñarte esto: Hoy hay Luna llena- Dijo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Él sabía que a Clara le fascinaba la luna y todo lo que tenía que ver con ella, por eso, siempre que podía le preparaba alguna cosa parecida. Ella lo miró y susurró un ¡Eres increíble! que sólo él pudiese escuchar. Sus ojos brillaban más de lo habitual y es que esos pequeÑos detalles la hacían grande día a día; La verdad era que Diego la hacía grande.
-Pero, no te quedes en la puerta, cariño, sal, he subido las tumbonas.
Ella continuaba sin decir nada, sabía que si lo hacía, rompería a llorar. Aquello la había superado por completo, la había dejado en un extraño estado de shock, ya que, a pesar de que esas sorpresas eran algo habitual en él, esa no se la esperaba y estar ahí arriba, los dos juntos, a la luz de la Luna, de esa Luna, enorme y preciosa, era lo mejor que le pasaba en meses.
Entonces, se tiraron en las tumbonas, y se quedaron en silencio, mirando al cielo durante un buen rato y, es que, no hacía falta hablar, por que en ese momento sus miradas lo decían todo: En ese momento no deseaban estar en ningún otro lugar que no fuera esa azotea.
Un rato después, fue Clara quién rompió el silencio.
+¿Sabes una cosa, Diego?- Dijo mientras se giraba en busca de su mirada.
-Dime cielo.
+Siempre he querido tocar la Luna. Cuando era pequeña quería ser astronauta. Me encantaba asomarme a la ventana y quedarme mirándola, me fascinaba que estuviera ahí, noche tras noche durante todo el año, me fascinaba la idea de que en días como estos fuese tan grande y brillante. Supongo que lo que más me fascinaba era el no ser capaz de entender porqué pasaba eso.
Él se rió, la miró fijamente a los ojos y volvió a quedarse en silencio, con una expresión pensativa y como si fuera a decir algo, pero en el último momento se arrepintiera.
+¿Qué ibas a decir?
-Nada, nada.
Pero acto seguido se levantó de la tumbona y le dijo:
-¡Ven conmigo!
+¿¡Otra vez, Diego?! ¿Dónde vamos ahora?
-Ya verás, tú sólo sígueme.
Salieron de la terraza y él bajó corriendo las escaleras, para cuando Clara lo alcanzó, él ya había llegado al portal. Entonces, la cogió de la mano y empezó a correr otra vez. Empezaron a correr juntos.
+¡Estás loco, cariño! ¿Dónde vamos?- Insistía ella, a pesar de saber que no obtendría ninguna respuesta.
Corrieron y corrieron, por toda la ciudad, hasta que frenó en seco en una esquina.
Ella ya no sabía ni dónde estaban, pero no preguntó.
Él le soltó una mano y le tapó los ojos.
Ella gritó.
+¡Diego, Diego, destápame los ojos, por favor, sabes que no me gusta!
-Calla, vas a estropearlo todo.
Y sin quitarle la mano de la cara ni soltarla, corrió de nuevo, habían llegado a un parque.
Corrían y corrían y entonces, cuando empezaba a divertirse con todo eso, él paró delante del estanque de los peces.
Le soltó una mano y le dijo al oído
-Ya hemos llegado.
Le destapó los ojos.
-Ahí la tienes, Clara, la Luna. Ahora ya puedes tocarla.
Ella lo miró y se rieron.
+Eres genial y te quiero, pero ¡Estás loco!
Volvieron a reírse, aun que les costaba un poco a causa del cansancio.
Se acercó un poco más al agua, para tocarla y, cuando estaba a escasos centímetros de ella, se giró hacia Diego y, mirándole a los ojos, le dijo
+¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna
Recordaba con total claridad aquella noche de Luna llena, recordaba perfectamente todo lo que había sentido y lo feliz que había sido mientras veía como su reflejo se volvía borroso, el agua temblaba, los peces nadabas y, entonces, reaparecía allí, ante sus ojos.
Y entonces lloraba, no era capaz de recordar todo eso sin hacerse un mar de lágrimas; No podía recordarlo sin que la más absoluta tristeza de adueñara de ella, pero tampoco quería olvidarse o alejarlo de sus pensamientos, pues Diego había sido muy importante en su vida, le había enseñado tantas cosas, se habían prometido otras tantas... juntos idearon infinidad de planes, y aun que ambos tenían un futuro por separado, también empezaban a planear el suyo, el de los dos...
Pero una tarde, de uno de esos inviernos, que las noticias dicen, que son los más fríos en décadas, todo terminó, sin previo aviso se fue, sin tan solo despedirse de ella.
Clara no podía evitar tener, muy dentro de ella, el sentimiento de culpa más grande, y es que eso también lo recordaba: "Fue un 20 de Diciembre de 2002, ella dormía cuando su teléfono móvil sonó.
Era Diego.
+¡Hola cariño!- Dijo aun dormida
-Cielo, ¿Estabas durmiendo?
+No, no, tranquilo- Se rió.
Lo siguiente que escuchó por ese móvil fue un frenazo, un fuerte golpe y un montón de personas gritando a la vez ¡Han atropellado a alguien!
Y aun que seguía al teléfono, ya no se escuchaba nada, se había cortado.
No pudo reaccionar, y es que no sabía que hacer, sólo conseguía llorar, llorar, llorar... y nada más, esperaba noticias de él, que le dijeran que estaba bien, que a él no le había pasado nada, pero en su lugar llamó la madre de Diego, estaban en el Hospital, lo habían atropellado, y aun que no sabían nada, estaba muy grave.
Salió corriendo de casa y cuando llegó se había quedado sin aliento.
Desde la puerta vio a su madre y su hermana, hablando con el doctor y, a pesar de no escuchar la conversación, sus expresiones lo decían todo.
En ese momento, la madre rompió a llorar y Clara entendió que el fin había llegado: Diego había muerto; Diego nunca volvería a su lado, jamás cumplirían sus sueños ni tampoco harían posibles todos sus planes; Las navidades no volverían a ser igual y su único deseo sería volver a verle.
Todo lo que habían ideado quedo en nada, en cuestión de minutos, segundos quizá y se quedó allí, en la carretera, en ese coche, en la mesa de aquel quirófano
Desde ese 20 de Diciembre de 2002, como si de un alma en pena, que busca desesperadamente algo, se tratase, cada noche que había Luna llena salía de casa a la madrugada y corría hasta el parque del estanque de los peces esperando que todo fuera un sueño. Pero nadie le decía <corre más rápido>, ya no corría con nadie, se había quedado sola.
Entonces llegaba, se acercaba al estanque y, llorando, susurraba un <¡Eres increíble!> idéntico al de aquella noche para que, estuviera donde estuviera, sólo Diego pudiese escucharla. Se quedaba mirándola, pensaba lo curioso que resultaba el hecho de que hubiera un nenúfar en la Luna y se giraba esperando que él estuviera mirándola y sonriendo al ver lo feliz que era... pero no era así, ninguna vez más fue así.
Día a día, semana tras semana iba pasando el tiempo, hacía más de diez meses que Diego había muerto, y Clara continuaba, cada Luna llena visitando el estanque, destrozándose, al mismo tiempo, un poco más por dentro.
Le repetían continuamente que se olvidara de la Luna, del parque del estanque, de todo eso que hacía y que solo le hacía daño, insistían en que no le aportaba nada, solo dolor y, entonces ella, se ponía a la defensiva, rompía a llorar y repetía que ellos no sabían lo que sentía, que no entendían que perder a Diego fue quedarse sin una parte de ella, que perderle a él había supuesto un giro completamente para el que no estaba preparada y, es que un año es poco, muy poco tiempo para afrontar todo lo que le había pasado, para afrontar la pérdida de alguien como él.
Una de aquellas noches, justo el 20 de Diciembre del año siguiente, Clara se disponía a salir de casa, llegar al parque y repetir la rutina que llevaba tanto tiempo haciendo.
Cuando estaba en la puerta, notó frío, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando escuchó la voz de diego diciendo <¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.
Ella se despertó de repente. +¿Qué pasa? Estaba durmiendo.- Contestó ella.
-Es que me gustaría enseñarte algo. Tienes que venir conmigo.
Miró el despertador, eran las tres y media de la madrugada y no entendía que era lo que quería con tanta insistencia.
+Diego, son las tres de la mañana, ¿dónde vamos?
-Abrígate, arriba hace frío.
Iban a la azotea, eso le había quedado bastante claro, pero todavía no sabía que harían allí y como sabía que él no diría nada, dejó de insistir, cogió un par de chaquetas mientras él cogía unas mantas y salían de la habitación.
Él estaba entusiasmado y ella, ella estaba dormida todavía.
Cuando llegaron a la terraza, lo entendió todo.
-Quería enseñarte esto: Hoy hay Luna llena- Dijo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Él sabía que a Clara le fascinaba la luna y todo lo que tenía que ver con ella, por eso, siempre que podía le preparaba alguna cosa parecida. Ella lo miró y susurró un ¡Eres increíble! que sólo él pudiese escuchar. Sus ojos brillaban más de lo habitual y es que esos pequeÑos detalles la hacían grande día a día; La verdad era que Diego la hacía grande.
-Pero, no te quedes en la puerta, cariño, sal, he subido las tumbonas.
Ella continuaba sin decir nada, sabía que si lo hacía, rompería a llorar. Aquello la había superado por completo, la había dejado en un extraño estado de shock, ya que, a pesar de que esas sorpresas eran algo habitual en él, esa no se la esperaba y estar ahí arriba, los dos juntos, a la luz de la Luna, de esa Luna, enorme y preciosa, era lo mejor que le pasaba en meses.
Entonces, se tiraron en las tumbonas, y se quedaron en silencio, mirando al cielo durante un buen rato y, es que, no hacía falta hablar, por que en ese momento sus miradas lo decían todo: En ese momento no deseaban estar en ningún otro lugar que no fuera esa azotea.
Un rato después, fue Clara quién rompió el silencio.
+¿Sabes una cosa, Diego?- Dijo mientras se giraba en busca de su mirada.
-Dime cielo.
+Siempre he querido tocar la Luna. Cuando era pequeña quería ser astronauta. Me encantaba asomarme a la ventana y quedarme mirándola, me fascinaba que estuviera ahí, noche tras noche durante todo el año, me fascinaba la idea de que en días como estos fuese tan grande y brillante. Supongo que lo que más me fascinaba era el no ser capaz de entender porqué pasaba eso.
Él se rió, la miró fijamente a los ojos y volvió a quedarse en silencio, con una expresión pensativa y como si fuera a decir algo, pero en el último momento se arrepintiera.
+¿Qué ibas a decir?
-Nada, nada.
Pero acto seguido se levantó de la tumbona y le dijo:
-¡Ven conmigo!
+¿¡Otra vez, Diego?! ¿Dónde vamos ahora?
-Ya verás, tú sólo sígueme.
Salieron de la terraza y él bajó corriendo las escaleras, para cuando Clara lo alcanzó, él ya había llegado al portal. Entonces, la cogió de la mano y empezó a correr otra vez. Empezaron a correr juntos.
+¡Estás loco, cariño! ¿Dónde vamos?- Insistía ella, a pesar de saber que no obtendría ninguna respuesta.
Corrieron y corrieron, por toda la ciudad, hasta que frenó en seco en una esquina.
Ella ya no sabía ni dónde estaban, pero no preguntó.
Él le soltó una mano y le tapó los ojos.
Ella gritó.
+¡Diego, Diego, destápame los ojos, por favor, sabes que no me gusta!
-Calla, vas a estropearlo todo.
Y sin quitarle la mano de la cara ni soltarla, corrió de nuevo, habían llegado a un parque.
Corrían y corrían y entonces, cuando empezaba a divertirse con todo eso, él paró delante del estanque de los peces.
Le soltó una mano y le dijo al oído
-Ya hemos llegado.
Le destapó los ojos.
-Ahí la tienes, Clara, la Luna. Ahora ya puedes tocarla.
Ella lo miró y se rieron.
+Eres genial y te quiero, pero ¡Estás loco!
Volvieron a reírse, aun que les costaba un poco a causa del cansancio.
Se acercó un poco más al agua, para tocarla y, cuando estaba a escasos centímetros de ella, se giró hacia Diego y, mirándole a los ojos, le dijo
+¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna
Recordaba con total claridad aquella noche de Luna llena, recordaba perfectamente todo lo que había sentido y lo feliz que había sido mientras veía como su reflejo se volvía borroso, el agua temblaba, los peces nadabas y, entonces, reaparecía allí, ante sus ojos.
Y entonces lloraba, no era capaz de recordar todo eso sin hacerse un mar de lágrimas; No podía recordarlo sin que la más absoluta tristeza de adueñara de ella, pero tampoco quería olvidarse o alejarlo de sus pensamientos, pues Diego había sido muy importante en su vida, le había enseñado tantas cosas, se habían prometido otras tantas... juntos idearon infinidad de planes, y aun que ambos tenían un futuro por separado, también empezaban a planear el suyo, el de los dos...
Pero una tarde, de uno de esos inviernos, que las noticias dicen, que son los más fríos en décadas, todo terminó, sin previo aviso se fue, sin tan solo despedirse de ella.
Clara no podía evitar tener, muy dentro de ella, el sentimiento de culpa más grande, y es que eso también lo recordaba: "Fue un 20 de Diciembre de 2002, ella dormía cuando su teléfono móvil sonó.
Era Diego.
+¡Hola cariño!- Dijo aun dormida
-Cielo, ¿Estabas durmiendo?
+No, no, tranquilo- Se rió.
Lo siguiente que escuchó por ese móvil fue un frenazo, un fuerte golpe y un montón de personas gritando a la vez ¡Han atropellado a alguien!
Y aun que seguía al teléfono, ya no se escuchaba nada, se había cortado.
No pudo reaccionar, y es que no sabía que hacer, sólo conseguía llorar, llorar, llorar... y nada más, esperaba noticias de él, que le dijeran que estaba bien, que a él no le había pasado nada, pero en su lugar llamó la madre de Diego, estaban en el Hospital, lo habían atropellado, y aun que no sabían nada, estaba muy grave.
Salió corriendo de casa y cuando llegó se había quedado sin aliento.
Desde la puerta vio a su madre y su hermana, hablando con el doctor y, a pesar de no escuchar la conversación, sus expresiones lo decían todo.
En ese momento, la madre rompió a llorar y Clara entendió que el fin había llegado: Diego había muerto; Diego nunca volvería a su lado, jamás cumplirían sus sueños ni tampoco harían posibles todos sus planes; Las navidades no volverían a ser igual y su único deseo sería volver a verle.
Todo lo que habían ideado quedo en nada, en cuestión de minutos, segundos quizá y se quedó allí, en la carretera, en ese coche, en la mesa de aquel quirófano
Desde ese 20 de Diciembre de 2002, como si de un alma en pena, que busca desesperadamente algo, se tratase, cada noche que había Luna llena salía de casa a la madrugada y corría hasta el parque del estanque de los peces esperando que todo fuera un sueño. Pero nadie le decía <corre más rápido>, ya no corría con nadie, se había quedado sola.
Entonces llegaba, se acercaba al estanque y, llorando, susurraba un <¡Eres increíble!> idéntico al de aquella noche para que, estuviera donde estuviera, sólo Diego pudiese escucharla. Se quedaba mirándola, pensaba lo curioso que resultaba el hecho de que hubiera un nenúfar en la Luna y se giraba esperando que él estuviera mirándola y sonriendo al ver lo feliz que era... pero no era así, ninguna vez más fue así.
Día a día, semana tras semana iba pasando el tiempo, hacía más de diez meses que Diego había muerto, y Clara continuaba, cada Luna llena visitando el estanque, destrozándose, al mismo tiempo, un poco más por dentro.
Le repetían continuamente que se olvidara de la Luna, del parque del estanque, de todo eso que hacía y que solo le hacía daño, insistían en que no le aportaba nada, solo dolor y, entonces ella, se ponía a la defensiva, rompía a llorar y repetía que ellos no sabían lo que sentía, que no entendían que perder a Diego fue quedarse sin una parte de ella, que perderle a él había supuesto un giro completamente para el que no estaba preparada y, es que un año es poco, muy poco tiempo para afrontar todo lo que le había pasado, para afrontar la pérdida de alguien como él.
Una de aquellas noches, justo el 20 de Diciembre del año siguiente, Clara se disponía a salir de casa, llegar al parque y repetir la rutina que llevaba tanto tiempo haciendo.
Cuando estaba en la puerta, notó frío, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando escuchó la voz de diego diciendo <¿No te parece curioso? Hay un nenúfar en la Luna.
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